Estuve en el Teatro Real, presenciando el ensayo general de Billy Budd, de Benjamín Briten, por eso de ser corresponsal de Radio Ciudad de Buenos Aires en España, colaborando en el programa oficial del teatro Colón en la emisora, Abono 1110, dirigido por Martín. Un espectáculo magnífico.
Siendo la primera vez que hablo aquí de ópera, ese lujo cultural, quiero llamar la atención sobre el magnífico trabajo creador que representa convertir en espectáculo una música, una voz que canta un texto, a lo que se añade un montaje teatral, también coreográfico. Es admirable la cohesión que se produce, la sintonía necesaria entre esos diferentes elementos, dando como resultado la ópera. Magnífico.
La música de Britten entra de lleno en lo que se conoce como música contemporánea. Una música difícil, dura generalmente, pero bien hermosa, muy de sensaciones, de impulsos. Que, aplicada a un montaje como el de Billy Budd, resulta especialmente apropiada. La orquesta la ha dirigido el inglés Ivor Bolton. La puesta en escena, una obra de personajes masculinos, la ha montado con gran plasticidad Deborah Warner.
Bily Budd fue la respuesta de Britten a un encargo y está basada en el relato homónimo de H. Melville que inicialmente había sido un poema, y que el autor de Moby Dick dejó inacabado. Britten, igual que Melville se sentía fascinado por el mar, sus hombres y sus historias. El libreto, además, fue escrito por E. M. Forster, autor entre otras importantes novelas, de la deliciosa Maurice. El resultado es una obra compacta, fieramente interesante, musicalmente asombrosa.
Lo que plantea Melville y recoge Forster para cumplir la intención de Britten, es la atracción de la belleza y el vigor, la bondad de la juventud, lo que provoca toda una serie de dilemas morales. También se juega con la represión de la homosexualidad que, mal canalizada, se desborda en venganza, en violencia.
El Indomitable es un buque de guerra inglés, que está participando en la guerra contra los franceses, a finales del siglo XVIII, donde la tripulación vive bajo un régimen tiránico. De otro navío abordado, llega a cubierta un joven que se gana las simpatías de todos con su entrega, su belleza y su bondad; es Billy Budd (Jacques Imbrailo). Algo que no puede soportar el primer oficial, John Claggart (Brindley Sherratt), que urdirá una operación para acusar falsamente de traición al joven. El capitán, Edward Fairfax Vere (Toby Spence), no se lo cree, pero no tiene otro remedio que seguir las normas establecidas para el caso, lo que provoca un final dramático.
Enormes plataformas que se mueven fingiendo el bamboleo marino que, al subir, permiten que escaleras que las atraviesan permiten bajar a los personajes donde un nido de hamacas ancladas al techo es el lugar donde se gesta la traición. El lujoso camarote del capitán. Y una atmósfera masculina, violenta y claustrofóbica.
Una obra de una enorme intensidad, un texto bien complicado que la dramaturgia ha resuelto perfectamente. Y esa música que, al acabar, te sigue acompañando, machacona, para que no te olvides de la historia. Tres horas fantásticas, con los sentidos en tensión. El próximo montaje que se va a presentar sobre el bello escenario del Teatro Real es La ciudad de las mentiras, sobre textos de Juan Carlos Onetti.