Vaya por delante un par de sentencias definitorias: Me parece una canallada la política centralista de Rajoy y sus secuaces. Defiendo el derecho de autodeterminación de los pueblos. Me considero un internacionalista, es decir, defiendo la desaparición de las fronteras y me siento hermanado con todos los pueblos. A partir de ahí me voy a mojar sobre el «caso catalán», porque no suelo quedarme sin opinión, o mejor, cuando la tengo no me puedo quedar callado sin arriesgarme.
Me da mucha pena lo que está pasando en Cataluña. No entiendo a Junts pel si. Es más, lo denuncio. Me quedo estupefacto ante esa gran coalición de nacionalistas, de izquierda y de derecha.
Me acuerdo del pasado. En los últimos años del franquismo, cuando yo era militante comunista, los madrileños conscientes nos sentíamos mal porque desde la distancia acusaban a Madrid de centralista, de centro neurálgico del franquismo, y nos miraban mal cuando salíamos fuera de la capital, pero precisamente nosotros vivíamos lo que eso representaba: estar en el corazón del imperio del dictador era tener siempre la represión con el aliento en el cogote. Ir a Barcelona era un respiro a la tensión, era saber que llegábamos a un territorio medio liberado, donde ensanchábamos la mente y el cuerpo. Multifacético, universal, efervescente, creador, solidario, etc.
Recuerdo nítidamente el viaje a uno de los festivales que se hicieron en Canet. Triste, gris y callado hasta Barcelona, pero en el convoy de cercanías que tomamos, todo eran banderas rojas, senyeras, gritos de libertad, camaradería. Y Canet una fiesta republicana, civil, libre. Y yo me sentía catalán, igual que me sentía gallego y vasco, y madrileño, y checoeslovaco del 68 y chileno e incluso todavía entonces, lo confieso, una miaja soviético, pero desde luego cubano y saharaui, y un poco del IRA y de las fogatas combatientes que en Latinoamérica se habían encendido tras el ejemplo cubano, montonero, etc.
Sin embargo, ahora veo a ese pueblo encajonado en una mediocre vida provinciana dedicado a mirarse el ombligo y empeñado paranoicamente en echar la culpa de todos sus males a otro, a Madrid. Presencié una rueda de prensa de Ignacio Sánchez Piñol en la feria del libro de Guadalajara, en México. Yo llevaba la ilusión de saludarle, presentarme y comentarle lo fantástica que me había parecido su novela La piel fría. Sus palabras fueron tan decepcionantes que me quedé sin ganas del estrechón de manos. Dejó muy claro que no era español, que era catalán, que era lo único que tenía sentido, y no le preocupaban las limitaciones de esa decisión. A pesar de ello, leí más cosas, y luego, su libro Victus, que me gustó hasta encontrarme con un par de páginas sectarias, mezquinas, pobres, inyectadas del rencor contra el madrileñismo, consiguiendo rebajar el rigor y el interés del conjunto. Se acabó.
No voy a ser yo, precisamente, quien niegue que gran parte de la culpa de lo que les pasa a los catalanes sea de Rajoy, de su gobierno. Por supuesto que la tiene (sin hablar de los que la tuvieron en el pasado). La cerrazón del centralismo españolista (sea del PP o del PSOE) es la clave definitiva para encontrarnos en el punto en el que nos hallamos. Ellos tienen más poder y por tanto, más responsabilidad. Pero igual que también es culpa de los poderes financieros europeos y estadounidenses. Y también, en la proporción debida, culpa de los gobiernos conservadores de CiU. Sí, nadie lo puede negar, salvo ellos. ¿O sí?
Es como si yo considerara que la sanidad y la educación que sufrimos en la Comunidad de Madrid, por ejemplo, son consecuencia exclusiva de los gobiernos socialistas, de Aznar y sobre todo de Rajoy. Ignorando que la Comunidad lleva muchos años gobernándola el PP, con gentuza como el Gallardón o la tipa esa que es Esperanza Aguirre e incluso otros delincuentes que tanto daño han hecho. Porque los gobiernos de las comunidades tienen mucho poder sobre nuestra vida cotidiana, los madrileños lo sabemos, como lo saben los valencianos, incluso lo saben muy bien los andaluces, a los que también han robado sin consideración, y cada comunidad sabe quiénes han sido los respectivos responsables de tanto maltrato sufrido.
Y otro asunto crucial: este sistema injusto, que ha favorecido a los más poderosos y ha hundido en la miseria a centenares de miles de familias de todas las comunidades, ha sido mantenido y alentado por gobiernos del PSOE y del PP, en la gran mayoría de las ocasiones con la connivencia y el apoyo de los políticos conservadores vascos y catalanes. ¿Alguien lo tiene en cuenta? Eso quiere decir que lo que llevamos padeciendo casi desde siempre todos los españoles, sean de la Comunidad que sean, es también culpa de los nacionalistas de derechas vascos y catalanes.
Reconozcamos por supuesto, por la misma razón, que también los catalanes y los vascos han estado presentes en muchos de los avances positivos que se han dado en España, siendo copartícipes.
¿Quién encabeza Junts pel si?, pues precisamente quien ha gobernado ya unos cuantos años Cataluña y quien ha apoyado a los gobiernos del estado español. Entonces, ¿cómo es posible que un partido de izquierda, aunque sea también nacionalista, además en un momento de surpasso, en que sobrepasaba o estaba a punto de sobrepasar en expectativa al partido conservador y reaccionario que gobierna, abandona o aplaza la lucha en favor de los débiles, en reconducir la situación económica y social de sus gentes por un objetivo que le identifica a ese partido enemigo? ¿No es completamente antinatural esa alianza? Descaradamente, sí. Yo así lo creo, firmemente.
Primero ser estado y luego… luego ¿qué? ¿luego resolver los problemas cotidianos a los que se enfrentan los catalanes y a los que en su mayoría se les ha convencido de que el único ogro culpable es el centralista estado español? ¿Quién? ¿Quién ha formado parte de los responsables de esa situación? A mí, perdonad si os molesta a algunos, la lucha por la independencia, en este tiempo de azote neoliberal y capitalista, me parece una guerra entre familias igual de poderosas que quieren romper unas sus ligaduras, y, otras, mantenerlas férreas.
Para mí la cuestión no es si Cataluña no va a poder permanecer en Europa si gana ese sí tan retorcido, la cuestión es que yo, si fuera catalán, lo que pediría sería un gobierno que fuese capaz de enfrentarse a los poderes financieros que nos gobiernan desde Madrid, desde Berlín, desde Nueva York y que han gobernado desde la plaça de Sant Jaume. Y esa misma cuestión es la que el resto de españoles tenemos que saber contestar de la misma manera porque nos afecta por igual, cambiando plaça de Sant Jaume por la Puerta del Sol o similares.
Yo creo que Cataluña tiene que conseguir un mayor grado de autonomía, del mismo modo que, por ejemplo, hay que dar un mayor grado de responsabilidad a todos los ayuntamientos; Cataluña tiene seguro que desandar la recentralización que el PP ha impuesto, muy probablemente debiera encontrarse para ello un camino federal. Y me parece algo muy importante.
Pero por encima de cualquier otro debate, sobre todo en este momento electoral, la cuestión clave es si ganamos soberanía como pueblos unidos, incluso como un solo pueblo europeo, o hasta mundial, o nos vamos dejando despiezar para que les resulte aún más fácil esta senda emprendida hace años de esclavizarnos económicamente y someternos cultural y políticamente. Me atrevo a lanzar una consigna, tan seguro estoy de lo que digo: Catalanes, no votéis a nacionalistas, sean catalanes o españoles, votad a quienes puedan defender vuestros intereses, sean o no nacionalistas.
No me gustan las fronteras. No me gustan las murallas ni me gustan las banderas. No me gustan los españoles que olvidan que ellos fueron insultados, hijos de hombres exiliados, maltratados que durmieron sobre la nieve en las playas francesas. Que pasaron hambre, miseria y maltrato sin más ayuda que la de las buenas mujeres francesas que les llevaban pan burlando la vigilancia de los vigilante. Que lucharon y murieron en Alemania, muchos de ellos, sólo por librarse del cautiverio de los campos de concentración franceses. Es contra la guerra. Contra todas las guerras donde han de ir nuestras quejas, no contra las víctimas.
Amigo catalán: no malgastes tus energías en poner más fronteras.No soy tu enemiga por haber nacido en Madrid. Lucha conmigo en defensa de tus derechos y los míos, no importa dónde hayamos nacido. Los españoles,hombres y mujeres, no somos tus enemigos, somos víctimas como tú del capital y egoísmo que nos está separando. No pierdas tus energías y entrega tus sueños de libertad y rebeldía contra la injusticia reinante en todo el planeta. Recuerda el pasado y únete a las personas. Sólo eso.Personas.¿Qué más da dónde hayas nacido? no ayudes a los que ejercen la violencia económica por medio de enfrentamientos entre los pueblos. Unámonos todos en un sólo interés, una sola lucha. Paz y Justicia Social