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¡Cuidado, que viene el lobo! o Llamé al 1004

 

Llamé al 1004, teléfono de Movistar, para aclarar un asunto, pero cuando la máquina decidió lo que yo quería, sin que se me pasara con una voz humana o con la opción que yo necesitaba, oí que iban a escanear mi línea y ver que le sucedía, cual era la incidencia. Y al rato me llamaron para que otra máquina se enterara de si ya estaba resuelta la incidencia. Colgué, harto de máquinas e incidencias que nadie había notificado. Entonces recibí dos mensajes, diciéndome, el primero, que se había resuelto la incidencia, y, el segundo, que me iban a llamar para saber si había quedado de mi gusto. Tanta amabilidad me abrumó. Ahora espero la llamada durante la cual tendré que decirle a la máquina que estoy plenamente satisfecho de que me hayan arreglado una incidencia que no tenía.

En realidad yo llamaba al 1004 para que me explicaran por qué en mi última factura aparecía un pago a contenidos de Emoción, concretamente a una cosa que era Tap to fun, de la que en mi vida había oído hablar, pero que estaba pagando a 2 € a la semana. Enterado he quedado por Internet de lo que era esa cosa: un elemento de esta macroestafa en la que se desarrolla nuestra vida cotidiana. A mí lo que no eran los servicios imprescindibles ni fun ni fa tap o cual. Yo procuraba no salirme del mínimo para estar conectado y así la factura no sobrepasara los límites presupuestados.

Pues finalmente resulta que es que Emoción -¡qué emoción!- estaba ahí, con la puerta abierta, esperándome para que yo hiciera uso de sus múltiples servicios (optativos). Y aunque yo negaba una y mil veces que no me había suscrito a nada, porque es algo que llevo muy a rajatabla, alguien al parecer, una mano misteriosa lo había hecho y gozaba de los servicios de Tap to fun que, maldita sea, yo tenía que cubrir con 2 € a la semana, bueno, exactamente 1,9999.

Ahora ha llegado el cable a mi casa y hay un paquete, que es el que necesitamos en mi casa, que abarata el coste mensual que estábamos asumiendo, que nos abarata el gasto. ¡No puede ser! Y como no podía ser nos olíamos algo raro.

Sí, claro que no hay bien sin mal, y aquí no sólo es que las grandes empresas no regalen nada, sino que tienen establecido un plan de acoso desvergonzado, al que tienes que resistir con mentalidad cosaca, porque es brutal: correos, llamadas, injerencias, que ¿no llegan al delito? Pero en todo caso lo rozan.

Por ejemplo, recibo una llamada porque me van a explicar cómo poner en marcha mi web y la nube a la que tengo derecho. Y me empezaba a congratular con el género de las poderosas multinacionales porque me estaban regalando algo. Por circunstancias no pude atender esa llamada durante dos días, y afortunadamente, porque mientras esperaba la tercera para ponerme al día en cuestión tan sabrosa, recibía dos correos en los que se me confirmaba la contratación con movistar de una web y una nube para almacenar no sé cuántos muebles virtuales, y me decían lo que tenía que pagar por tan sublime servicio. ¡Ufff!, esa vez me libré por la campana y cuando me llamaron para explicar… me puse como una furia lanzando mi retahíla mitinera anticonsumista y anticapitalista para dejar claro que no, que de ninguna manera, que no quería pagar nada, que no quería ningún servicio. ¡Por Dios o por Belcebú o por el mago Merlín! Pero basta de tanto atropello.

Al menos tenía esas líneas y el paquete básico de la tele, que era el que pagaba. Y el técnico que viene a instalarme la “cosa nueva”, me dice aquí tienes estas series y estas otras por si quieres, y estas películas y estas por si quieres, y aquí puedes ver la programación de los últimos días y estos por si quieres. Y aquí… y cuando ya se va y comienzo a navegar por mi fantástica nueva tele de alta definición comienzo a encontrarme que muchos de mis recorridos terminan en un simple «¿Quieres suscribirte o no?” Para ver una peli, para un partido que me había dicho que podía ver, porque me habían vendido que podía ver todos los partidos (aunque suponía que tampoco es que fuera a vérmelos todos), para ver eso de los siete días que parecía una posibilidad fantástica… Pues muchos de esos recorridos terminaban en un simple «¿Quieres suscribirte o no?” al que cualquiera que esté viendo la tele puede acceder con un simple pulsar una tecla y decir que sí: amigo, tíos, sobrinos, nietas, la perra, el gato, etc. cualquiera, sin contar conmigo puede hacer que yo, cuando me lleguen las facturas me encuentre con un montón de suscripciones que han desbordado aquel presupuesto que ya he comprobado que no sirve para mucho más que para llevarme  un disgusto cuando llegan las facturas Movistar.

No. No tiene ninguna gracia. El acoso de las empresas y el comportamiento en el filo de la legalidad para incrementar sus fastuosos beneficios es algo que los usuarios deberíamos finiquitar, ya que el gobierno no lo va hacer porque en realidad está a su servicio, siendo su línea de actuación la de poner trabas a los usuarios y conceder facilidades a esas empresas a las que favorece en su carácter monopolista y usurero, tal vez mafioso. Lo que algunos llaman «venta agresiva». ¡Vayan ustedes a tomar por el cu… banito sí señores».

Por cierto, nunca sabré que es eso del Tap to fun, aunque lo haya pagado varias semanas, y aún me quede por pagar dos o tres más. Lo cierto es que me importa un pimiento lo que sea. Dejando claro, que desde mi teléfono no lo ha activado nadie. Pero claro… demuéstralo. ¡Joder como me toque una Primitiva, me voy a liar a poner demandas a empresas gordas!

2 comentarios en «¡Cuidado, que viene el lobo! o Llamé al 1004»

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