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John Connolly y el nuevo viaje de Parker por el miedo

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Sabemos que a las lecturas les afectan las circunstancias por las que cada uno atraviesa, alterando, positiva o negativamente, el juicio sobre la obra de que se trate. Si digo esto es porque mi lectura de Tiempos Oscuros (publicada por Tusquets) ha estado influida por la pesadumbre instalada en mi ánimo durante unas semanas. Así que mi perspectiva hay que relativizarla más de lo aconsejable. Lo que no impide que lo primero que subraye es la magnífica novela que me ha parecido, aún su disfrute a trompicones.

Connolly lo vuelve a hacer: Tiempos oscuros es una novela oscura, una narrativa a medio camino entre el terror y el género negro, aunque siempre más cerca de esto último. Una mezcla explosiva que él lleva a cabo con delicadeza.

Aquí proliferan las historias secundarias, la intromisión de diversos personajes que no opacan la figura siempre latente del detective Charlie Parker, detective consagrado que ya está presente en quince títulos de su autor: John Connolly (Dublín, 1968), un narrador de los que no dejan cabos sueltos, de los que cercan su territorio y de los que consigue, en lo que es un ejercicio magistral, que una descripción suponga un avance en la acción del libro, además de envolverte con la intriga hasta el final.

Charlie Parker. Contacta con él Jerome Burnel, un hombre que un día fue un héroe al salvar la vida de una familia en una gasolinera que iba a ser atracada matando a los violentos atracadores. Pero luego cayó en desgracia al encontrarse pornografía infantil en su casa y dar con sus huesos en la prisión de Warren, hechos de los que siempre se ha declarado inocente y de los que sabe que han sido una trampa.  En la cárcel su vida resultó un infierno gracias a otro recluso llamado Harpur Griffin quien, en una de sus violentas violaciones, no dejaba de repetir: Esto por el Rey Muerto. Burnel le cuenta la historia a Parker, que acude a la cita con sus acompañantes habituales Ángel y Louis. Lo que más pesa es el miedo que tiene a morir, porque sabe que su vida está en peligro. Burnel vincula todo al día en la gasolinera y Parker no puede evitar sentirse atraído por la historia. Sobre todo porque Burnel desaparece poco después.

Muy importante, seguramente clave, la relación de Parker con la policía y con la justicia, es tan especial que conviene que cada lector saque sus propias conclusiones. ¿Relación marcada por el temor, por la desconfianza, por la supeditación, por el respeto obligado…?

Todo se complica cuando hace acto de presencia en la historia un lugar llamado el Tajo, que cuenta con sus propias leyes. Un rincón del noreste de Estados Unidos, donde también hay un Mal ancestral que acecha. Describe, con la acción, el arquetipo de comunidad de secta oscura, apartada, endogámica, autónoma, regida por sus propias leyes, al margen del mundo por un denso bosque, transformada tras décadas en un espacio de perversión, en un colectivo criminal. En el Tajo hay un dios y un líder. Y la figura de Parker no está, apenas ronda, pero permanece presente como amenaza, como garantía de resolución definitiva.

Parker ya no tiene en ningún momento voz propia, todo se narra en tercera persona. Tal vez sea por aquel paseo que se dio por el pabellón del otro mundo, y haber sido arrancado en tres ocasiones de las garras de la muerte. Sus colegas, siempre sombras que atemorizan, ya aparecen sin esperar a muy entrada la acción, como sucedía antes. Ya no hay gore como ha legado haber, hay mucho realismo, aunque realismo al que le une un delgado hilo con las tinieblas. Lo que no quiere decir que le haya dejado de importar las fuerzas del mal, no, nada de eso. Muy importantes las historias paralelas que van componiendo el fresco donde el autor busca sumergir al lector.

Otra cosa es que aquí se confirma que Parker siempre cumple. Lo ha hecho desde su presentación en Todo lo que muere, hasta la presente Tiempos oscuros.

Connolly, uno de los grandes actuales. Sí, a pesar de mis circunstancias, la lenta lectura me ha llenado de sospecha, de desazón y de inquietud que ha pervivido durante muchos días. Y eso está bien.

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