Daniela Riso tiene el café La Fídula que, aunque ha cambiado un par de veces de manos, sigue siendo un espacio para poder cantar, para poder tocar, compatible con un negocio nocturno. Daniela ha puesto un mensaje en el muro de su Facebook, y yo quiero solidarizarme con lo que dice, con lo que pide, con la situación del local, con la problemática de los locales de música en directo, no sólo por mi antigua experiencia en la sala Elígeme y en el teatro Alfil. Y es que la historia de cierres, multas y castigos a las salas de actuación en directo ya es demasiado larga y grave. Daniela, te entiendo perfectamente. Yo viví algo muy parecido, y sé la angustia que significa no saber a qué atenerte, depender de la opinión de uno o dos vecinos, de la cerrazón de quienes mandan y del desprecio de quienes hacen cumplir las leyes. Tuve dos grandes peleas en los años 80 y 90. Primero con la sala Elígeme, de cuya historia te puedes enterar, si te apetece, en esta página web, una historia que voy recordando a retazos, y que fue muy rica, muy intensa, casi histórica. La segunda, a continuación, con el teatro Alfil, que aunque la excusa fueron también las molestias de ruido, tuvo más que ver con la libertad de expresión, porque le habíamos tocado las pelotas a nuestro ya demonio particular, el fascista concejal Matanzo, al que le dedicábamos un cabaret muy divertido que le retrataba a través del personaje de un sheriff. También esa historia, igualmente intensa, aunque más corta, se puede seguir entera en esta web a través de artículos de prensa, porque originó toda una revuelta del mundo del espectáculo. Dos historias que tienen que ver con la legislación y con negación que el poder hace del arte y la cultura.
Sí, se trata de legislación. A los políticos les valía hacerse la foto con nosotros, desde un ministro de cultura como Solé Tura, una persona espléndida, hasta el presidente de la Comunidad de Madrid, Joaquín Leguina, que lleva un tiempo diciendo burradas a cada cual más conservadora y recalcitrante, pasando por los mandos intermedios y, no digamos, aquel Álvarez del Manzano, alcalde para más señas, tan troglodita como el señor Matanzo y algún otro. Pero insistíamos en que nuestro problema era común al de muchos, y que seguiría siendo una espada de Damocles mientras no se regulara con claridad, teniendo en cuenta nuestra actividad y favoreciendo, implementando, medidas para subsanar deficiencias de insonorización o inseguridad. Nadie hizo absolutamente nada, y se ha seguido con una política de parches, de favores, de amenazas.
Ya va siendo hora de que alguien se lo plantee en serio y haga lo que tiene que hacer. ¿Lo hará el gobierno de Manuela Carmena? Tal vez sólo suceda si se origina una marea de solidaridad como la que se merece un problema de esta índole, una avalancha reivindicativa.
Porque también se trata de una concepción del mundo y de la vida. Se trata de qué prioridades defendemos para construir el futuro. De si la cultura, el espectáculo (no sólo el de lentejuelas que se da por la tele) merecen un tratamiento especial, una consideración que le permita desarrollarse con dignidad. o si lo más importante es la tranquilidad, el silencio, las excusas de seguridad, et.
Soy escéptico, no sólo por los intereses de las salas de fiesta (sector potente y en connivencia por ser poder, con los otros poderes) que siempre han considerado a los pequeños o medianos locales de música en directo como una competencia desleal, sino también porque los políticos en general no saben ni entienden, les importa una mierda el arte y la cultura, incluso les asusta porque ignoran cómo se pueden manejar a su capricho, en su beneficio.
Daniela, siento la impotencia y la angustia que vives, la sensación de estar actuando en la ilegalidad, de estar haciendo algo malo. Y no te imaginas cómo me duele. Se parece a nuestra angustia de entonces, pero también a la mía ahora. En mi casa hacemos pequeños conciertos para amigos, y amigos de los amigos, en colaboración imprescindible con la Asociación Cultural Kali Panoa. Han pasado por nuestro “escenario” gentes como Aute, Luis Pastor, Javier Bergia y Begoña Olavide, Javier Batanero, Cromática Pistona en versión reducida, el mago Luis Boyano, el actor Carlos Olalla, más teatro, proyecciones de cortos, etc. Una actividad que no está regulada, pero que se encuentra con el rechazo de algún vecino que, de molestarle, lo haríamos una hora y media a la semana, y siempre para acabar antes de las 22 horas, y desde luego que en su casa con la tele encendida, ni sabe qué pasa fuera. También se encuentra con la afortunada indiferencia de autoridades que no tienen armas legales para matar aquello que tanto les molesta e indigna, pero que jamás buscarían fórmulas de convivencia, que de eso se trata, de ceder para avanzar. Y los que mayoritariamente lo apoyan, lo disfrutan, lo reivindican como algo imprescindible.
Esto es un pueblo, vivimos aquí porque queremos tranquilidad, más contacto con la naturaleza, aire puro. Pero en el implacable desierto cultural de toda la comarca, una iniciativa de esta índole, que da viveza, debiera sólo ser recibida con plena satisfacción. Pero la mediocridad parece imponerse con la moral de que «a ése le jodo». Y esa es la regla también en Madrid. Lo sé. Y tú lo sabes. Confiemos en que los tiempos cambien pero, efectivamente, cuanto antes, porque el mes que viene también hay que pagar a los suministradores y el alquiler del local. ¡Suerte, Daniela, estamos contigo, defendamos juntos los locales de actuaciones en directo!
A continuación reproduzco el texto que Daniela puso en su facebook, y que me parece que completa lo anterior:
«Tengo la necesidad de escribir porque me siento víctima de situaciones de injusticia, intolerancia y abuso de poder. Soy la responsable de un bar con licencia de actuaciones musicales en directo, pero me hacen sentir la responsable de delitos aberrantes y logran meterme el miedo en el cuerpo. Cada noche, en La Fídula, calle de las Huertas 57, ofrecemos un espacio de canción de autor, en su mayoría los espectáculos son a entrada libre y los precios de las bebidas son como en cualquier otro local, intentando así hacer accesible la música para todos y rompiendo con los impedimentos económicos que muchas veces limitan a los espectadores. La Fídula nació en diciembre 1978, cuando un grupo de estudiantes abrió sus puertas para hacer de este lugar un espacio de canciones, luego fue cambiando de dueños y se orientó a la música clásica, al jazz, tango y blues. En el año 2012 La Fídula cerró sus puertas, el edificio se encontraba en muy mal estado y fue comprado por una empresa constructora para rehabilitarlo y venderlo. Nosotros llegamos en ese momento, el nuevo propietario nos alquiló el local con la condición de terminar las reformas. Hemos obrado sin descanso, reinvirtiendo todo lo generado y con el apoyo de muchas personas conscientes de la importancia de la existencia de un sitio así. Nos hemos reunido con los vecinos y acordamos no hacer espectáculos con percusión ni bajos. No hacemos espectáculos de flamenco porque el baile provoca vibraciones, no terminamos en semana ningún concierto luego de las doce de la noche, no ponemos música ambiente en la mitad interior del bar luego de las doce de la noche para evitar posibles molestias. No hacemos ni blues, ni jazz, por no meternos en géneros musicales que requieren de mayor sonido y suma de instrumentos. Solo hacemos canciones, poesía cantada. La Comunidad de Vecinos está conforme con nosotros, pero hay una vecina que nada de esto le parece suficiente. Llama a la policía y amenazan con sancionarnos económicamente por ruido y es aquí donde encuentro la desolación y me surgen todas estas preguntas: ¿Cómo se permite que una empresa compre un edificio donde hay un local con esta licencia de música y no se supervisa que las reformas estén bien hechas para poder seguir haciendo uso de esa licencia? ¿Qué es ruido? ¿Es igual la tolerancia para una discoteca que para un espacio de canción de autor? ¿Quién no supera los 25db en su casa como para nos superarlos en un local antiquísimo y con reformas de papel? ¿Cómo alguien puede mudarse hace un año a vivir sobre un espacio mítico de la ciudad por el que pasan cientos de personas para disfrutar de cultura y sus derechos son más válidos que 30 años de historia? ¿Es igual que lleves toda la vida viviendo en un barrio y de pronto te pongan debajo una discoteca que venirse a vivir al centro de la ciudad y pretender que todos cambiemos las costumbres? ¿Por qué se protege más a un vecino que a cientos de personas que quieren acceder a la cultura? Les aseguro que en La Fídula no hay ruido, no hay más que artistas trabajando a voz y guitarra. No somos empresarios de la noche, somos artistas y amantes de la cultura que tememos perder nuestra casa por la intolerancia y la injusticia de normas que nos contemplan a todos por igual cuando se debería estudiar cada caso. Nosotros estamos abiertos, dispuestos a que vengan a vernos, que comprueben que no hacemos “ruido”, que queremos seguir trabajando sin molestar a nadie. Seguiremos haciendo las obras que sean necesarias para no molestar y seguimos dispuestos al diálogo con los vecinos para tener una convivencia feliz. Pero basta de amenazas! Basta de sentirnos irresponsables e ilegales!!! Necesitamos del sentido común, necesitamos ayuda. Aquí más de treinta compositores independientes muestran su obra cada mes. Lejos de las compañías discográficas, de los medios masivos de comunicación y ahora además limitados por personas caprichosas y adineradas que quieren dormir antes de las doce de la noche a quinientos metros de la Plaza Mayor. No somos mal educados ni irresponsables, trabajamos en horarios normales, hacemos obras para mejorar, somos los mismos los titulares que los trabajadores, se puede hablar con nosotros cada vez que se quiera, porque repetimos, no somos empresarios, somos artistas que queremos vivir de lo que amamos sin molestar a nadie. Deseamos que alguna autoridad nos escuche y se hagan las reformas necesarias para estudiar cada caso. No queremos sentir miedo por ser y hacer arte. No queremos tener miedo a que nos multen porque con lo difícil que se nos hace mantener La Fídula viva, una multa significa su cierre.»
Soy músico (baterista, percusionista y vocal ) he tocado muchas veces en el Eligeme y en muchas otras salas miticas de Madrid y sigo tocando, es tan sencillo como utilizar los mismos materiales para insonorización que los estudios de grabación y algunas salas de ensayo han utilizado en la construcción de sus locales sin problemas para sus vecinos, y digo algunas porque no todas reúnen estos requisitos y condiciones