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La voz de la calle

La Voz de la Calle

Ya en conflicto interno, cubriendo la manifestación de Juventud sin Futuro, previa al 15M, La última foto también corresponde a lo mismo.

Febrero a mayo de 2011. Fue un sueño, otro maldito sueño. Éste convertido en comedia bufa, en tragicomedia absurda, en ridiculez histórica, en episodio vergonzoso.

Llevaba unos meses en el paro y no me lo podía creer cuando mi querida amiga Mercedes Arancibia, quien fuera directora del diario Liberación, me lo contó y me dijo que podía sumarme. No sólo era un trabajo, se trataba de hacer un diario de izquierdas, no podía pedir más. Pero un poco de incapacidad, otro poco de personalismo, también algo de ceguera y de engreimiento, más una pizca de senilidad, dieron al traste con el sueño convirtiéndolo en pesadilla.

Era un proyecto financiado por un famoso millonario de izquierdas: Teodulfo Lagunero, que hacía poco aún andaba por España presentando sus Memorias y que, a su edad, quería cerrar su vida con un proyecto importante. Hay que recordar que él ya puso en pie un semanario en aquella otra época de los primeros años de la transición, la revista La Calle, aunque se culpaba de que en aquella lejana ocasión cometió el error de no estar a pie de obra. De ahí que en la redacción, y aún residiendo en Málaga, lo que haría complicada su presencia, se le preparara una oficina.

La dirección (de izquierda a derecha) Eugenio Viejo, Lorenzo Contreras y Rodrigo Vázquez de Prada

La dirección (de izquierda a derecha) Eugenio Viejo, Lorenzo Contreras y Rodrigo Vázquez de Prada

Los responsables del proyecto, incluso de los que partió la idea, fueron Eugenio Viejo y Rodrigo Vázquez de Prada, aunque siempre negaron que fueron ellos los que convencieron a Teodulfo, sino que fue Teodulfo quien los buscó para convertir en realidad el sueño. Cuando el organigrama se confección ellos adoptaron el papel de subdirectores, repartiéndose las tareas.

Me acogieron rápidamente y por mi reciente experiencia montando Aquí y ahora, atendían a mis opiniones, al menos en un principio.

Se formó un espléndido equipo de gente joven, ilusionada, comandada por unos «seniors» que cubríamos las jefaturas de sección. Yo era responsable de Nacional y de la página web.

Pronto algunos comenzamos a comentar que aquello no podía funcionar. El número de personal, sobre todo de periodistas contratados, no era suficiente para hacer un diario, y menos uno como el que se pretendía: muy profesional, crítico, rebelde, etc., hasta el punto de que nunca estuvo contratado un editor, por ejemplo, papel indispensable, esencial para que un periódico salga con dignidad. Ni los medios eran los necesarios, por ejemplo carecíamos de una fotocopiadora que nos permitiera trabajar adecuadamente, ni teníamos dinero para tener corresponsales o colaboradores de fuera de Madrid.

La sección de Nacional (sentados de izquierda a derecha Raúl, Ana, César, yo y, de espaldas, Azucena. De pie,

La sección de Nacional (sentados de izquierda a derecha Raúl, Ana, Raquel, César, yo y, de espaldas, Azucena. De pie, Ana, que se ocupaba de la web.

A ese gravísimo error, de pretender hacer algo para lo que no se contaba con el material humano y técnico indispensable, se unió la tremenda metedura de pata de contratar a Lorenzo Contreras como director. Nada contra él. Pero el periódico, y nosotros, necesitábamos una voz enérgica, profesional, que supiera dirigir, que estuviera en activo… se habían mencionado varios nombres pero se acabó contratando a alguien que llegaba por la redacción a pasear y a preguntarme a mí que qué hacía, que si ya se podía ir… y a llevar a mano un artículo para la web, que yo ya había conseguido poner en marcha, para que una de las secretarias de dirección se lo pasaran a ordenador, un extraño aparato del que no sabía ni utilizar como máquina de escribir. Se nombró a alguien incapaz de cumplir con el papel encomendado, seguramente para no eclipsar ni estar por encima de los dos subdirectores, pero no eran capaces de darse cuenta de que así daban la puntilla al proyecto.

Mientras estuvimos trabajamos muy duro, incluso intentábamos sacar números de prueba, pero sólo conseguimos llegar a fabricar un puñado de las páginas planteadas.

La fecha de salida tenía que ser el 1 de abril del año en curso de 2011 porque así lo había determinado Lagunero, y así siguió siendo porque ni Eugenio ni Gonzalo le convencieron de lo contrario. A todo lo contado se le sumó una fatalidad: que Teodulfo tuvo un accidente que le impidió venir ni una sola vez a Madrid, hacer lo que tenía previsto, que era ponerse al frente de la empresa, de verdad. Su salud pegó un bajón tremendo.

Tres o cuatro días antes del fatídico 1 de abril, en la reunión de la noche yo dije que si hasta ese momento había sido una opinión entonces ya podía asegurar que era un hecho indiscutible el que era imposible que pudiéramos acudir a esa fiesta en Bellas Artes que ya estaba programada para presentar el primer número.  Al día siguiente se lo trasmitieron a Teodulfo, quien recibió la noticia como la gota que colma el vaso y, seriamente disgustado con sus capataces, cortó el grifo y cerró el chiringuito.

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Un aspecto de la redacción

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Trabajando con las secretarias de los jefes

Nosotros nos revolvimos, nos convertimos en asamblea de trabajadores y nos plantamos ante la decisión reclamando lo que considerábamos justo. Como representantes de la asamblea, David Rojo y yo fuimos a entrevistarnos con Teodulfo, y encontramos a alguien roto, vencido, que albergaba el sentimiento de haber sido traicionado por Eugenio y Gonzalo, pero ciertamente sordo a nuestras reivindicaciones.

Mantuvimos un encierro mientras seguimos trabajando en la web, por ejemplo cubriendo aquella manifestación de Juventud Sin Futuro previa al 15M, convirtiéndola en nuestro altavoz, hasta que nos terminamos yendo con la cabeza alta, tras haber logrado algo de compensación económica por las promesas incumplidas. Tal vez nosotros cometimos un grave error, que fue dar por hecho el cierre, cuando podíamos haber planteado la reconversión del proyecto en algo mucho más plausible como era hacer un semanario. No se nos ocurrió a nadie, quizá estábamos demasiado doloridos.

Lo terrible fue el vacío, el desasosiego, la desesperanza que llegó. Lo mejor fue hacer amigos y descubrir una juventud valiente, decidida y preparada.

En la manifestación de Juventud sin futuro

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