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Las cartas de la fibro

Sobres de la Casa Real y de Presidencia delGobierno

Chus y yo llevábamos peleando mucho contra la actitud de las instituciones y de la clase médica por su trato y su consideración a los enfermos, y sobre todo enfermas, de fibromialgia. Naturalmente en nuestro entorno, por nuestra propia problemática, pero también allá donde llegábamos, que era mucho porque Chus participaba en muchos foros y yo, un poco también por la elaboración del libro. Chus es Marta, claro, Marta es su segundo nombre y es el que ha usado en períodos de su vida.

La publicación de Me llamo Marta y soy fibromiálgica nos permitió trascender mucho más  a través de entrevistas en medios, de presentaciones y de charlas, tomando contacto con muchas asociaciones, etc. Dentro de esa cruzada que duró varios años en su vertiente más militante (porque cuando alguien tiene un problema en casa que cambia tu vida radicalmente, y tiene conciencia política, nunca abandona), se encuadran una serie de cartas que envié al Presidente del Gobierno, al Ministerio de Sanidad y a la mismísima Casa Real.

Eran gritos que intentaban superar la sordera de los gobernantes para que hicieran algo real, positivo en el sentido de atender el drama de tantas y tantas personas y familias enteras, trato sanitario, investigación, medidas laborales, trato judicial, etc. Pero al entenderlas como cartas abiertas debían servir igualmente para la toma de conciencia precisamente de esos familiares y de esos amigos que tanto necesitan los enfermos para mantener la ilusión y sentirse comprendidos y queridos, lo cual es esencial.

No conseguí la difusión deseada, apenas guardo que un medio local recogiera la primera carta al Presidente del Gobierno, y un extracto de alguna posterior.

Sólo tengo los borradores de algunas de mis cartas, sin embargo las respuestas con que cuento son fantásticas: dejan nítidamente expresada la demagogia, la nulidad, la falta de sensibilidad ante un tema de tamaña envergadura… Mi desgarro es por culpa de esos políticos que tienen en sus manos gran parte de la dicha o la desgracia de las personas, su futuro, y actúan exclusivamente movidos por intereses mezquinos, sin siquiera ser conscientes del daño que hacen.

El presidente de aquel momento era Zapatero, y la correspondencia con su jefe de gabinete se extendió en tres o cuatro misivas; también llegué a sentarme con un asesor de no recuerdo ya qué ministra o ministro de sanidad. La respuesta más sorprendente por lo grata fue la de la Casa Real que, sin tener demasiada capacidad y sin esperar yo nada, trasladó mi información y peticiones al Ministerio y a la Presidencia, consiguiendo que volvieran a ocuparse del tema, para despacharlo, naturalmente sin pelear, “por un quítame allá esas pajas”. ¿Por qué, para qué se iban a preocupar y tomarse en serio una chorrada como esa con todo lo que se hacía?

¡A la mierda! Dijo alguien sabio, y ni nos imaginamos cuántos tienen que tomar ese camino.

La respuesta del Ministerio fue fantástica, ahí la tenéis, lo que había hecho en ese ámbito había sido reimprimir ¡10.000 ejemplares! de un folleto informativo; por cierto, bastante sencillo, claro y superficial. Pero claro, es que de la reunión que tuve meses antes con el asesor, salí tan descorazonado como entré, vacío, porque todo se resumió a hacerme comprender que ellos no podían hacer nada.

Nadie podía hacer nada, nada podía hacer nadie por los enfermos de fibromialgia, del síndrome de fatiga crónica ni de la sensibilidad química múltiple, ni de tantas otras enfermedades, en ninguno de los terrenos en los que es imprescindible dar pasos de gigante de manera vertiginosa, sin perder un solo minuto, con todos los medios al alcance.

Hay algunos que ya lo han advertido, y yo me lo creo a pies juntillas: la sensibilidad química múltiple es la gran peste que va a arrasar nuestra sociedad, o como queramos llamar a los distintos síndromes que están naciendo y van a nacer por culpa de estar rodeados y estar alimentados por puro veneno.

El sistema capitalista impuesto por las grandes empresas, alimentarias, farmacéuticas, de los materiales higiénicos, etc., está provocando los cánceres que tan frecuentemente se dan a nuestro alrededor y están generando nuevas enfermedades a las que apenas se presta atención porque, entre otras cosas, se niegan a reconocer su origen. Y su origen es la esencia misma de ese sistema capitalista.

Esta es mi correspondencia casi completa con las altas instancias del Estado:

A todo lo poco que he hecho me ha movido, por supuesto, la solidaridad con el dolor de mi mujer, que era el mío, el darme cuenta de cómo trata a los enfermos esta sociedad, el conocer a muchas y a muchos de ellos, y también la reacción de los lectores del libro de Me llamo Marta y soy fibromiálgica.

Este es uno de los muchos mensajes que me han llegado, por todos los procedimientos posibles:

 nota fibro

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