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Marta Plumilla está un poco loca

A Marta Plumilla la he escuchado en directo tres veces, en escenarios muy distintos, en casa con Kali Panoa, en un local muy chiquito (seguramente un garito de mierda donde dan de beber sopa primigenia… o no, no sé) y en el escenario del Galileo. Y efectivamente concluyo que Marta Plumilla está un poco loca, o es bastante rara, o es que de su viaje a la luna, buscando bares y mares, todavía no ha regresado.

El concierto en la sala Galileo ha sido el fruto de pensar en alto durante cincuenta domingos, y allí estuvo con sus caballos ganadores, que son Andrés Sudón y Juan Fernández Fernández, y con una coreografía en la que participó la niña cerdita, la unicornio blanco (que no era el Unicornio Azul de Silvio) y la astronauta motorizada, amén de un niño de trapo.

Escucharla es entrar en una casa de muñecas o abrir el baúl de Pandora, el baúl de los sueños caprichosos o la casa que chorrea por sus paredes caracoles coloraos. Marta es, esencialmente, surrealista. Aunque a veces se escape con aires rancheros. Es tierna, graciosa, provocadora, carismática y siempre surrealista, surrealista del siglo veintiúnico, desde luego. Y única, genial, con personalidad arrebatadora, un personaje fantástico (en todos los juegos y aventuras).

Se muestra sorprendente e inteligentemente dubitativa, con una inocencia picara y canalla con la que demuestra todo su poderío. Allí, grande, en el escenario, desvaída y sospechosa de no se sabe qué amores ni qué humores. Y según va interpretando esas canciones mágicas, el espectador va comprobando como Marta Plumilla se inventa un nuevo sentido común.

Marta ha ido de la mano de Andrés Sudón durante un tiempo, pero ambos tienen personalidades poderosas, y la de Marta necesita todo el aire para ella, y Andrés sigue estando ahí, junto a Juan, para que ella crezca hasta el cielo y más allá, desde luego que con su indispensable sabiduría, por ejemplo. Marta es una artistaza cuyo único inconveniente es la sociedad para la que se inventa sus historias enloquecidas, un sociedad apresurada, mala, edulcorada con refrescos dulzones y televisiones pútridas, por eso tal vez no salga de los circuitos inti (de íntimos, sí señor) donde, la verdad, se la disfruta mejor, de cerca y en caliente de su monólogo interior.

Ad libitum. ¿Exagero?, ¿o no?

Mi vida en Marte y Chuparte un pie

 

1 comentario en «Marta Plumilla está un poco loca»

  1. Marta, efectívamente te trae sin esperarlo un mundo entre onírico, frágil y lleno agujeros hacia los que saltar para pasar al otro lado. Así ando escuchándole la voz y las canciones a esta pedazo de animal poético que te pica como una abeja y ya no tienes forma de dejar que el altavoz deje de convertir en un itinerario personal lo mejor de un veneno inoculado por la música. Fue una suerte tremenda conocer a la mujer o al personaje (que con una artista no se sabe nunca) en su concierto de Kali Panoa. Y por supuesto es una suerte que Chus y Victor sigan a contracorriente haciendo lo imposible por que esos mares de Marte sean también bares en lugares inhóspitos.

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