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«Palabra de taller», segundo libro de relatos de los participantes en mi taller

Con este volumen volvemos a demostrar que la gente que se acerca al taller con el anhelo de mejorar la escritura, no sólo lo consigue sino que son capaces de completar relatos brillantes que en nada parecen obra de amateurs. Muy contento con el trabajo que se va acumulando en páginas impresas, tanta ilusión compensada en ellas, fruto final de su esfuerzo semanal. Algunos, muy pronto, contarán con libros propios, y encantarán a los lectores. Pasen y lean, pedir el libro pinchando aquí.

Este es mi texto de presentación:

Olvidemos un momento la gramática, la teoría literaria, los libros de ayuda a la escritura, las corrientes que han sido, las modas que son, el debate sobre si un best seller es una obra literaria, olvidemos cualquier otra controversia, incluso, por un par de páginas, el maltrato permanente de los distintos gobiernos a los creadores, incluso el desprecio generalizado de la sociedad… olvidemos todo lo ajeno a la creación y centrémonos en escribir.

Eso es exactamente lo que considero que debe ser un taller de creación literaria, y eso es lo que trato de hacer en los míos. Para empezar. Ocuparse en disparar la imaginación, en encontrar la manera de contar lo que queremos hacer llegar a los demás. En sacar lo que llevamos dentro, en potenciar lo que ya somos en el terreno de la escritura. Lo podemos hacer para divertirnos, para disculparnos, para hacer terapia, para recordar, para dejar algo escrito a nuestros seres queridos, para convertirnos en profesionales, incluso ¿por qué no? para cumplir objetivos ocultos.

Cada uno llegará a lo que le permita su capacidad, pero sobre todo de acuerdo al tiempo que dedique para mejorar la escritura: practicarla y leer. Además de pensar, la consecuencia directa a que obliga el arte.

Se hacen algunas críticas desde la profesión a los talleres porque, dicen, se nota que salen de ellos; arguyen que todo lo escriben igual de correcto, pero sin alma. No lo comparto. Sí que en los talleres nos fijamos mucho en la forma, pero sin desatender el fondo. Claro que el alma existe donde el escritor la tenga. Los talleres les sitúan ante la tesitura de alcanzarse a ellos mismos. A no ser, que los hay, talleres manipuladores, o dogmáticos, que yo igualmente detesto, porque se les va encasillado a la manera de entender la creación que tiene el profe, el maestro. Y la creación debe entenderse en plena libertad.

A los participantes que se atreven a estar conmigo les propongo hacer un ejercicio. Eso se llama disparadero. Es lo habitual en los talleres, su práctica cotidiana. En realidad es una provocación para que se desaten con la escritura. Unos fantasean, otros recurren a la memoria, a lo que les toca en su intimidad. También jugamos, con dados, con cartas, con otros elementos, el objetivo siempre es el mismo: escribir. También que manejen los sentidos, con comida, con música, para que descubran recursos. Siempre sale algo, generalmente interesante, para ellos mismos y para los demás. Y, sobre todo, escriben.

De esa práctica, de los ejercicios, han salido los textos que siguen. Convertidos en verdaderos relatos. Obra sólida, dispar, consecuencia de la personalidad y la manera de entender cada cual la escritura, y hasta la existencia. Pero eso ya es competencia de los autores. Ellos han llegado a ello desde una simple propuesta, elemental. Haciendo lo imposible porque ni para los expertos es fácil que te den una propuesta y hacer lo que ellos concluyen. A mí me admiran.

Los primeros tres relatos son de quienes ganaron el I Certamen de relatos H.G. convocado por la librería del mismo nombre y mi taller. Enhorabuena de nuevo a los ganadores: Carola Aitkin, primer premio; Diana García Corona, segundo;  e Ignacio Rubio Arese, el tercero.

Desde fuera me pareció una buena decisión. Porque yo no intervine directamente en ella. Me siento satisfecho de la novedad que ha caracterizado el premio HG de relatos, iniciado con la presente convocatoria, y es que el jurado lo han formado quienes componen el taller, como una actividad más de su quehacer. Ser capaz de eliminar o seleccionar otros relatos, de explicar por qué si o por qué no son elegidos, de ver lo que luego apreciarán en sus relatos gente que no les conocen, también lo considero importante, y forma parte de su proceso de aprendizaje, como el mero hecho de enfrentarse a lo que tienes en la mano, al proceso de edición que finaliza con un libro.

Orgulloso y satisfecho por los relatos de cada uno de los participantes del taller. Algunos deberían considerarse ya en la nómina de los escritores, yo así lo hago, sólo les falta una última decisión, la de lanzarse al camino, lo demás ya lo tienen en sus alforjas. Palabra de taller.

Los componentes del taller que están en el libro son: Jesús-F. Carrasco, Federico de Haro, Mar Rocha, Eugenio Rodríguez, Merche Reyna, Itziar Pérez Asurmendi, Pablo Adrián “Pampa”, Michael Harris, Olaya Muñiz, Estefanía Sanz.

Las fotos son del acto de presentación en la librería.

Pincha aquí para ver el comentario sobre el libro anterior: Voces de papel.

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