La biografía de un artista marca su obra. Naturalmente. Sucede que unas biografías imprimen más carácter que otras en la obra correspondiente, por haber tenido más sufrimiento o más radicalidad en los eventos vividos. La obra de Edward Bunker responde directamente a lo que fue su trayectoria… delictiva; como se aprecia en Perro come perro, novela en la que habla sobre lo que conoce bien, dibujada con mucha violencia aprendida en propia carne. Una novela negra sin paliativos.
Actuó como Mr, Blue en la película de Quentin Tarantino Reservoir dogs, su carrera como actor, guionista y por encima de todo escritor, se fue fraguando durante los años que pasó en la cárcel, cumpliendo condena por diferentes delitos. Edward Bunker ladrón de bancos, participó en el narcotráfico, hizo extorsión, robo a mano armada y falsificación. Condenas, libertades condicionadas, fugas, etc.; carrera que mantuvo hasta que salió de prisión en 1975, con cuarenta y dos años. En ese momento acabaron como por arte de magia sus días como criminal y se dedicó a escribir y, más tarde, a actuar. Para entonces había pasado dieciocho años de su vida encerrado en distintos reformatorios y prisiones.
En Perro come perro su autor relata con estilo crudo, con el estilo que se conoce como realismo sucio el reencuentro de tres ex presidarios, amigos desde su época de reformatorio, con la intención de buscarse un hueco dentro del mundo del delito. O dicho de otra manera: Troy Cameron, criminal respetado en los bajos fondos de Los Ángeles, embarca a dos viejos camaradas del reformatorio en un golpe de los que difícilmente rechazaría quien ha entregado su vida al crimen. Saben que su biografía delictiva los obliga a vivir al margen de una sociedad que no les va a aceptar, y se conjuran para lograrlo. Lo que Troy planea con Diesel y Mad Dog (de conducta demente y violenta en extremo), colegas de máxima confianza pues les une un pasado común, es el golpe que les han encargado y que no puede fallar. Van a desvalijar a un traficante y van a desaparecer. Reharán su vida en la necesidad de dejar atrás una existencia tortuosa. Aquello de este va a ser el último golpe y lo dejo…
Es una escritura salvaje, certera, sin ningún miramiento por lo superfluo, una escritura que describe en profundidad a los personajes, siempre al margen; hasta nos guía para el conocimiento cercano de los delincuentes que describe, tipos tomados seguro de los que conoció en la realidad, aquellos de los que fue compañero. Conocimiento que llega, también, de sus conversaciones, conjugando lo banal y lo metafísico. Y son criaturas del mal, pero el autor con su habilidad literaria consigue que el lector les tenga simpatía y comprenda que sólo son una consecuencia del mundo injusto que les ha tocado sufrir.
Igualmente tiene mucho peso el entorno en el que se desarrolla la acción. La corrupción policial, la masificación de las cárceles, un sistema cada vez más represivo y los odios raciales son algunas de las reflexiones.
Perro come perro es una trepidante novela de acción para estómagos endurecidos, una obra visceral para leerla con las tripas, además de con la cabeza.
Edward Bunker, el inquilino más joven de la historia de San Quintín, que luego se dedicó con gran éxito a escribir novelas de maleantes, había nacido en Los Ángeles en 1933, y murió en Burbank en 2005.
Dos textos muy expresivos de Bunker, de La educación de un ladrón: “Ya hacía mucho tiempo que había decidido, o reconocido, que o triunfaría como escritor o sería un proscrito. Al tomar una decisión tan inequívoca me marqué un camino de perseverancia y sólo gracias a esta determinación, a esta obstinación, salí adelante. Imaginaos: una persona con la educación primaria sin terminar que deseaba ser un escritor serio y conseguirlo sin ayudas ni estímulos. (…). Habría podido jugar mejor mis cartas, sin duda, y hay cosas de las que me avergüenzo, pero cuando me miro en el espejo me siento orgulloso de lo que soy. Los rasgos que me hicieron a pelearme con el mundo son también los que me hicieron salir adelante”.
Y de La fábrica de animales: “Hace un año, la idea de causar daño físico a alguien, de herirlo gravemente, me producía repulsa. Pero después de vivir un año en un mundo en el que nadie dice nunca que matar esté mal, un lugar en el que prevalece la ley de la selva, me veo capaz de contemplar el ejercicio de la violencia sin perder siquiera la calma. La gente lleva miles de años matándose entre sí. Cuando yo vendía marihuana compartía básicamente los valores de esta sociedad, el bien y el mal, lo justo y lo injusto. La cárcel es una fábrica que produce animales humanos. Lo más probable es que salgas peor de lo que entras”.
Estas tres novelas citadas, y hasta un total de siete, están publicadas por Sajalín Editores.