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She was so bad. 22 mujeres okupan la literatura

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Se ha publicado por una editorial pequeñita, Aloha!, atenta y cuidadosa, una antología de relatos de mujeres. Relatos pulp: She was so bad. 22 mujeres que okupan el lugar que les corresponde en la literatura, en unos géneros, o anti género global que parecía propiedad de los hombres (¡cómo tantas otras cosas!).

Fernando Savater ha definido los pulps como una literatura “de tipo extrovertido”, es decir, aquella que “se centra en la acción misma y hace poco hincapié en los resortes que la mueven” Lo que quiere decir que da prioridad al «qué» y sobre todo al «cómo» sobre el «por qué». Además de que gusta de “colores vivos, especias fuertes, ritmo ágil, y prefiere la exhibición muscular al análisis emotivo”.

Dentro de lo que se entiende como Pulp Fiction americana coexistió una amplia gama de géneros literarios, pero con elementos en común como portadas llamativas y llenas de color; un lenguaje sencillo, directo, y hasta obsceno y repulsivo; escritos para entretener y provocar.

Esa podría ser una manera de tratar de encuadrarlo. Pero yo prefiero que no se consiga, ni a título teórico. Porque aquí estaríamos hablando, para entendernos mejor, del underground, y ese siempre debe ser un escenario, un ambiente diverso, rompedor, alternativo. De literatura, en todo caso de una literatura menos anclada en convencionalismos morales y estéticos, pero no por ello de menor calidad que “la otra”.

Cada relato incluido en estas páginas es un universo propio, un estilo diferente. Dejemos llevarnos por la indicación de la editorial, que los define perfectamente. Eva Pardos Viartola maneja un estilo poético en un relato a ritmo de jazz; So Blonde, hace un relato negro sobre prostitución y crimen organizado; Isabel G. Gamero practica gore; Noelia Olmedo Cuni relato barriobajero; Sylvia Ortega, Emily Roberts y Silvia Hidalgo, se mueven entre la fantasía, la ciencia ficción y el clásico relato de fantasmas; lo negro caracteriza los textos de Chus Sánchez y Marah Villaverde; el humor negro parece propiedad de Lola Robles, Alicia Sánchez Martínez y Mika Lobo; la universidad, el amor fou, las drogas, el intercambio de idiomas y la carretera, queda reflejado por Tania Panés y Julia González Calderón; la infancia y la crueldad, está en Pilar Royo; la crudeza y las ventajas de saber mantener la sangre fría, en María Fernando Ampuero, Luicy Leite e Isabel Galán; y el erotismo de la decadencia, de la mano de Noelia Montalbán. Y no me puedo olvidar de mencionar las ilustraciones de Valle Camacho que acompañan a cada una de las historias.

La autora del proyecto, Adriana Bañares Camacho explica que la idea le surgió de un cabreo. Llevando un programa de radio sobre la cultura alternativa, underground, descubrió que en ese ámbito tampoco había-hay sitio para la mujer. La evidencia parecía ser que hay pocas mujeres interesadas en la literatura de ciencia ficción, sexo gore, terror, fantasía, etcétera. En el pulp, en definitiva. Entonces Adriana hizo una convocatoria para hacer pública su demanda para demostrar que sí había mujeres en el pulp, como lo hay, o debería haberlas, en cualquier otro espacio. Hasta recibir más de 60 relatos, entre los que seleccionó, para que hubiera una interesante variedad, los que han compuesto esta antología.

De todos modos, una vez el libro, comenzaba la segunda parte de la batalla: darlo a conocer, conseguir espacios. Que ahí reside la barrera que pone la sociedad de hombres.

A mí la lucha de Adriana me parece que no debiera haberse dado. Pero sí lo hizo es porque el mundo, que camina por sendas tortuosas en todos los ámbitos, va de culo igualmente en lo de la consideración de la mujer, algo que nos debiera resultar inconcebible por injusto y absurdo.

Yo he ido de relato en relato, descubriendo calidad, divirtiéndome, sorprendiéndome, hasta determinar lo que sabía, pero que Adriana no permite contrastar: que no se explica a qué viene esa discriminación. Por nada, ni por el mero hecho de la consustancial igualdad que debiera ser, ni por el menor asomo de bajón o interés en la calidad.

Me he encontrado tan feliz entre estas historias de todo tipo que sigo sin entender por qué sucede que sea necesario reivindicar un espacio para la mujer.

Gracias, Adriana, por la lección. Y todo el ánimo. Y quien quiera disfrutar leyendo, que consiga un She was so bad. Aunque en castellano hubiera sonado mejor (para mi), por ejemplo un categórico Ella era muy mala.

 

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