Siempre he mantenido que no soy un experto en poesía, y es cierto. Sólo la escucho, la leo, la observo, la siento, me dejo llevar por ella, o no, la gozo, o no. Aunque si tenga una opinión, claro, como sobre casi cualquier cosa. Sé que hay otra mucha gente que hace poesía, y espléndida, con variados estilos, pero yo ahora voy a hablar de Suso Sudón. Y es que si el 15M, por ejemplo, incrustó en la política española una nueva manera de ejercerla, Suso se ha convertido en una alternativa a la poesía de antes y, sobre todo, ejerce como nadie su puesta de largo en los escenarios. El lunes pasado estuvo en La Fídula, con algunos de sus amiguitos.
La poesía de Suso está hecha para ser recitada, y también para ser cantada, por eso se acompaña de cantautores, cercanos a su manera de ser. Y sobre todo por eso va de escenario en escenario, para decirla, para leerla, para recitarla, para interpretarla.
Sus amiguitos de la otra noche fueron Dani Fernán, artífice, junto a Daniela Riso del universo creativo que han creado en ese local de nombre La Fídula. Dani está a punto de lanzar su próximo disco, y es otro de los cantautores de la nueva hornada que merece la pena seguir de cerca. También participó, ¡cómo no!, ese hermanísimo que es Andrés Sudón, tal vez el más compacto de los impulsores de lo que ya es un movimiento perfectamente asentado, con su pluralidad de expresiones, con su núcleo duro dedicado a crear música e imagen, con un alto bagaje voltaico a sus espaldas. Y los Dinoshaurios (así, con hache aspirada), de Badajoz, muy jóvenes, a los que se les intuye un futuro magnífico según los estudios les permitan seguir encontrando espacio para sus creaciones y para ejercitar esas voces espléndidas. Amén de otro poeta, Pablo Urizal, donde tal vez se pueda apreciar que Suso va creando escuela, tanto en la composición poética como en la manera de trasmitirla al público.
Faltaba el más amigo, al menos con el que Suso trabaja más intensamente hasta el punto de acabar de hacer un disco con él, “Sólo los locos viven la libertad”, al que todos reconocemos como el más inesperado y admirado de los jóvenes cantautores (con una pizca de su padre, Luis Pastor, con otra pizca de su tío, Pedro Guerra, y con una puñado de personalidad nueva, inédita, espléndida): Pedro Pastor. (Nota: los dos presentarán ese nuevo disco en Kali Panoa el 17 de diciembre).
Luego, cuando crezca más allá de los 30 años que acaba de cumplir, podrá ser un tirano, o un famoso diletante, o un cancerbero de sus propias ideas, o un poeta que acabe siendo reconocido por el grueso de la sociedad. O lo que sea. Pero mientras tanto es un poeta con toda la carga de profundidad que contienen sus versos.
Los versos de Suso construyen poemas con música, con rabia, con dolor recalcitrante y el deseo absoluto de ser por lo que casi siempre es su ego al que canta, por el que canta. Sí, esa puede ser una pega: sólo habla de él. Pero, ¿hay algún poeta que hable de otra cosa? Por eso me parece que dentro de las cosas que cuenta sólo existe la regla de expresarse, de buscontrarse (buscarse y encontrarse simultáneamente, con Suso me encanta usar el verbo que inventé cuando yo era joven como él).
A veces me pierdo en su encadenada sucesión de imágenes apoteósicas, pero en ese instante también me gusta lo que escucho. A veces me recuerda al Surrealismo más salvaje, al Pánico más bélico. A veces entra de lleno en el territorio del más sucio realismo urbano, hasta del humor vanguardista y del juego de niños. ¿Artificio o realidad distorsionada para hacerla creíble? Sí, uno se pregunta si no estará ante el espejo deformante de una nueva realidad que él ha construido. En cualquier caso una poesía cargada de adjetivos precisos y de imágenes que te alcanzan como bombas nucleares.
Suso es la intemperie, porque no te ofrece defensas. Suso es una ametralladora de sensaciones y voces ultramundanas. La voz de Suso es un permanente viaje astral a través del que se ve y se contempla su entorno, sus venas, sus órganos, sus trampas léxicas, sus referencias, su infancia, sus bromas, sus sentimientos, sus cegueras, sus chiquilladas, sus visiones, sus habitaciones, sus instintos, sus mismidades, sus atrocidades intelectuales, sus grandezas, sus subversiones.
Nunca había visto a tanta gente joven entregada en un recital de poesía, así lo digo. Suso es otro artista de los semiclandestinos que ha originado esta sociedad tan rara, tan contradictoria, tan sublime y tan canalla. Una fuerza creciente que, al arremolinarse, si entras en su campo de acción, te atrapa para siempre.
Suso Sudón: cuando el recital de un poeta es un eléctrico concierto de rock. Lo disfruté, ¿se nota? La putada es que me perdí por su culpa el minuto de oro de la televisión en mucho tiempo, cuando «el Bisbal» despreció el intento de beso de «la Chenoa»… eso sí que es arte.
La foto es de los hermanos Sudón durante su actuación en casa, con Kali Panoa. La autoría de nuestro querido Rafa Arroyo.