Alfons Cervera es una persona leal, quienes le conocemos sabemos que es así en lo personal, que sólo un amigo que le haga daño injustamente se volverá su enemigo. Y lo es literariamente. Me refiero a que su obra gira, esencialmente, alrededor de su comarca en la serranía valenciana, alrededor de sus gentes, alrededor de su familia, y alrededor de sus ideas, que permanecen.Todo lejos es el saldo de otra deuda que tenía Cervera con su pasado, dentro de ese trabajo continuado que lleva haciendo desde que comenzó a escribir recuperando su memoria y la de los suyos. La historia de un grupo de amigos que mantenían una lucha en clandestinidad durante el franquismo y que, una noche, sufrió un duro revés. Los sueños e ilusiones que chocan con la realidad.
Para este relato, Cervera finge manejar el género periodístico de la entrevista, a través del cual se van reflejando los protagonistas ya pasado el tiempo. Son una sucesión de declaraciones, supuestamente al autor de un reportaje, que van construyendo lo que sucedió desde las distintas perspectivas, con las diferentes maneras de entender lo que pasó entonces. Y desde el principio, aromatizadas las páginas por la canciones que interpretaba la orquesta Los Taburos en la Terraza Tropical aquella noche de verbena. «Aquel domingo, Ginio cantaba «Adiós linda Candy». Así comienzan unas páginas repletas de la emoción que traslada la sensibilidad del escritor.
También está presente la culpa por no haber sido o por haberlo sabido hacer. Y el miedo de entonces, y el miedo que permanece.
La memoria no puede olvidarse, nos dice Cervera en una y otra novela. La memoria es lo que nos permite tener historia, es lo que nos ha hecho. Sobre todo una memoria que nos traduzca al presente, que nos sirva para mantener el aliento, para no perderlo todo, porque sin memoria no somos nadie. Una memoria que se alimenta de los sonidos de entonces, de lo recopilado a través de los sentidos, de los sentimientos siempre a flor de piel, del pasado y del presente.
Su editorial, Piel de Zapa, publicaba no hace mucho, en un sólo volumen, cinco de sus novelas que se han dado en llamar el ciclo de la memoria. ¿Porque sean las más explícitas? Pero es una pequeña trampa, tal vez porque sean los ejes sobre los que gira toda su excelente y delicada narrativa. Sin embargo, toda la obra de Cervera es pura recreación de lo que él ha vivido, de lo que le han contado, y con ese material ha fabricado el sueño de una ficción que sobrecoge por su entereza moral y por la belleza de las composiciones que ha construido. Cervera es el gran escritor de la memoria, de la de todos. Su manejo de la memoria no es un recurso, ni un juego de artificio, ni la asunción de una moda. Es la historia, es el aprendizaje de lo vivido, es lo que nos permite proyectarnos como somos, es el material con el que se arma nuestra conciencia.
Pero es valenciano, lo que parece suficiente excusa como para que no tenga el reconocimiento que se merece en España, aunque sí se le valore en Francia, por ejemplo. Los que le conocemos, los que le hemos leído, además de disfrutarlo, se lo otorgamos, con rotundidad.