Voy a aprovechar esta jornada para hacer una simple reflexión que contiene una única y enorme pregunta: ¿Por qué? ¿Qué le pasa a esta embrutecida y miserable sociedad para que se mantenga un estado de cosas tan tremendamente injusto y hasta absurdo?
En la actualidad, no existe ningún país en el que mujeres y hombres disfruten de los mismos derechos y oportunidades. Siete de cada diez personas pobres son mujeres. En el mundo, una de cada cuatro mujeres es violada en algún momento de su vida. Dependiendo del país, hasta tres de cuatro mujeres son maltratadas físicamente en sus hogares de forma habitual, y no hay estadísticas sobre la violencia psicológica. Cerca de ciento veinte millones de mujeres han padecido mutilaciones genitales.
Y luego están las inconcebibles diferencias salariales y el resto de brechas existentes entre el hombre y la mujer, que el hombre ha construido para defenderse; y que no se concibe, en una supuesta civilización avanzada, que puedan mantenerse de forma tan violenta.
Por ejemplo.
Eso. Pensar en la mujer es pensar en la violencia ejercida contra ella en todas sus formas, desde siempre. No tiene sentido. Incluso porque en esa guerra también perdemos los hombres. Pero no todos. Porque este sistema de cosas está establecido por los hombres que pueden, por los que han mandado y mandan, que son eternamente los mismos.
Yo soy hombre, y llevo toda mi vida peleando por no ser machista, por no consentir las injusticias que detecto. Y no lo consigo. Porque me han educado en el papel que se supone correcto desde el nacimiento, por mujeres, por hombres, por mi madre, por mi padre. Aun teniendo criterio, aun buscando una salida a una injusticia que distingo aberrante y quiero romper de una vez, yo también soy injusto, yo también maltrato. Pero yo participo en tratar de construir un mundo racional, sensible, igualitario y justo que no permita las atrocidades cotidianas que nos rodean. Porque no me gusto, porque no está bien ser como soy. Lo malo es que no somos demasiados los que nos sentimos así, los que reaccionamos y estamos abiertos a aprender, a corregir, a no dejarnos llevar por la inercia que imponen los poderosos, los vencedores.
Pero alguien puede explicar por qué la mujer tiene que cobrar menos que el hombre haciendo el mismo trabajo. ¿Pero eso puede ser posible en España y en el resto de los países? Quiero decir que hay cuestiones más profundas, más de raíz, que cuesta arrancar y transformar, y que son las que deberían centrar la batalla; pero cuestiones cómo esa, ¿a qué esperan para resolverla? ¿qué o quién lo impide? ¿qué le pasa a esta sociedad enferma para que no pueda enmendar algo tan fácil de resolver, algo tan elemental? Ya, claro, precisamente que está enferma: de ambición, de dinero, de violencia, de mentira, de poder…
El 8 de marzo es también el día de los hombres; claro, el día de los hombres que trabajamos por la igualdad, aunque sea en contra de nuestras inclinaciones, aprendidas desde que estábamos en la canastilla de bebé. Yo quiero celebrar el 8 de marzo, y el resto de los días del año, en la sociedad de las personas libres e iguales que algunos peleamos por conquistar.
Gracias por la reflexión. Si hubiera más personas pensando como tú, el mundo sería mucho mejor.