El Teatro Real cierra la temporada de ópera con una de las más clásicas y seguras, aunque con un montaje original de Mario Gas: Madama Butterfly, la obra maestra de Puccini, cuyo estreno representó el mayor fracaso del autor, hasta que a los tres meses del estreno la volvió a representar introduciendo algunas modificaciones. Éxito asegurado con la belleza de una música que sirve para contar la historia de un engaño. La dirección musical corre a cargo de Marco Armiliato. La soprano albanesa Ermonela Jaho y la china Hui He, se alternarán en la interpretación de la joven geisha. Yo he escuchado a Hui He en el ensayo general y es, sencillamente, sensacional.
El punto de partida del argumento es que Cio-Cio San, joven geisha de quince años se enfrenta a su familia y a su cultura por amor hacia el oficial Pinkerton, de la Marina estadounidense, quien entiende la relación como un mero entretenimiento durante su estancia en Japón. Una verdadera burla. El resto no es más la consumación de la traición, que es tanto la de un hombre sobre una pobre mujer, como la de un imperio sobre un pueblo que considera inferior, y a su servicio, de ahí el papel sometido del cónsul.
El libreto es de Giuseppe Giacosa y Luigi Illica, basado en la obra teatral homónima de David Belasco, quien a su vez se inspiró en el relato de John Luther Long, probablemente sugerido por un hecho real (bien repetido, por cierto). La historia, conmovedora, evidencia el papel sufriente de la mujer, que espera y que es capaz del suicidio, ante el brutal desengaño, y aunque sea para que su hijo tenga futuro. Aunque lo que hace que todo sea conmovedor es, precisamente, la fantástica música de Puccini. Inmortal aria del comienzo del segundo acto: Un bel di vedremo, una de las piezas más delicadas de la operística mundial, cuando la gheisa convertida en señora imagina y sueña el regreso del marido, que partió tres años atrás.
Especial el montaje de Mario Gas. Me parece que añade una fuerza extra a la ópera. Convierte la escena en un plató de cine de Hollywood de los años cuarenta, donde se rueda la película de Puccini. Pero lo que parece, es. Quiero decir que estamos viendo en la pantalla alta, la película de lo que se desarrolla en escena, en blanco y negro, en foco ovalado, como una película antigua con, para colmo, un montaje fantástico; no se trataba de poner las cámaras fijas, o de adorno dando un permanente plano general, sino de hacer realmente una obra perfectamente acabada. Entonces, como espectador, vas alternando el color y la realidad de los personajes, con su ficción cinematográfica. Todas las artes que conforman la ópera, más una.
Tremendo el drama lacrimógeno, tan cotidiano, tan revelador de que en lo importante, en lo humano, avanzamos bien poco con el curso de los años, de las décadas, incluso de los siglos. Pero, eso desde luego, maravilloso el espectáculo. ¡Esa música, esa música!