Cuando uno va leyendo, piensa que no hace falta tanta extensión para contar una trama en principio simple: se refiere a una chica que vive en una isla en el Pacífico Norte, frente a la cosa de Seattle, la isla de Glass. Allí aparece el cadáver de la joven, Naomi, que forma parte de una pandilla de cinco miembros, en la que también forma parte su novio, Henry, muy pronto convertido en principal sospechoso, especialmente porque poco antes del presunto asesinato, ellos dos, yendo en un ferry que les conducía diariamente a dar clase, tuvieron una violenta discusión que recogieron las cámara de abordo.
Henry, hay que aclararlo, es adoptado por un matrimonio de mujeres, que tal vez escondan otros misterios. Porque con Minier muchas veces nos movemos en el mundo de las apariencias.
Es la pandilla la que, conjurada para saber la verdad de lo sucedido y para liberar a Henry del peso de la culpa, se pone a investigar, y más que averiguar lo que hacen es provocar distorsiones en la realidad, enfrentándose con peligros que no imaginaban. Amén de que en ese pequeño círculo también se suceden los desencuentros.
Para empezar, eso sucede en una pequeña comunidad cerrada, claro, es una isla. Y pronto van apareciendo otros personajes que, como siempre sucede, esconden historias negras, relacionándose unas con otras.
Y a esa historia se suma una nueva trama. Un millonario está buscando a un hijo del que no ha sabido nada durante toda su existencia. ¿Puede ser Henry?
La historia central nos lo narra el propio Henry, la voz protagonista que nos guia por ella y quien en ocasiones nos pregunta sobre lo que nos cuenta, queriendo hacernos reflexionar, que vayamos decidiendo nosotros sobre lo ocurrido. Y así la información recibida es tan parcial que nos deja indefensos ante lo que tal vez venga. También hay un narrador omnisciente ocupado en hacernos digerir la subtrama que sucede a mucha distancia de la isla de Glass, la de ese padre desesperado por encontrarse con su hijo, haya hecho lo que haya hecho.
Estás terminando la novela y te das cuenta que Bernard Minier te ha subyugado de nuevo, que te ha introducido en un ambiente asfixiante, de intriga a cada capítulo más tensa, hasta el desenlace final, donde el lector asiste al más difícil todavía, a una vuelta de tuerca casi circense.
Es una novela sin el querido comandante Martin Servaz, el personaje extraordinario que ha creado Minier, pero no lo hemos echado de menos. El autor francés nos puede llevar adonde quiera, por donde quiera, porque es un maestro, uno de la pléyade de grandes novelistas de novela negra que habitan hoy el país galo. La novela la publica Black Salamandra.