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Universidades Populares

1982. Las Universidades Populares fueron una magnífica iniciativa cívica y educativa que propuso el PSOE a la sociedad. Sin ser ni mucho menos militante, yo trabajé en su dirección, con el responsable, José Manuel Puente, quien importó el invento desde Alemania. Luego la organización descubrió que el proyecto era mucho más peligroso de lo que podía imaginar, mucho más rebelde y trascendente, y lo reconvirtió en lo que pasó a ser: escuelas municipales.

Yo vivía entonces en Collado Villalba, y una de mis funciones dentro de mi trabajo fue montar la Universidad Popular en el municipio. Y así fue. Reuní a un grupo fantástico, de gentes comprometidas, muchos jóvenes como yo, pero también mi padre, un pintor de la zona, etc. Y empezamos a desarrollar nuestro concepto de Universidad Popular en la práctica, organizando una Semana del Libro, debates en discotecas, etc., incluso hicimos una recogida de firmas para reclamar una Casa de la Cultura en el edificio que luego, a su debido tiempo, fue Casa de la Cultura. Todo en relación con el Ayuntamiento que, en última instancia, era quien tenía que pagar la Universidad Popular, por mucho que nos nos facilitara las cosas tanto como esperábamos.

Como marcaban los cánones el grupo decidió quién tenía que ser el director, y me eligieron a mi. Pero en eso llegó de Galicia una concejala socialista a la que había que dar trabajo, y no encontraron otro mejor que el de directora de la Universidad Popular que iba a dar el paso de oficializarse. Ante mis airadas protestas establecieron, fuera de todo lo que me habían enseñado, un examen para elegir al director que presidió Puente. Naturalmente, yo lo sabía todo, me había empapado de Universidad Popular, tanto en la teoría como en la práctica, y no tuvieron otro remedio que seleccionarme a mí como director. Pero, claro, la política es la política, los amigos hay que tratarlos bien y a la concejala gallega, o que había venido de Galicia, la nombraron subdirectora.

En la primera reunión con el Ayuntamiento para poner en marcha el proyecto, plantearon las nuevas condiciones. A mí me quitaban competencias para dárselas a ella. Yo consulté con mi equipo y decidimos que yo dimitiera, lo que hice a pesar de estar perdiendo una magnífica oportunidad de trabajo.

El equipo se disgregó con pesadumbre por comprender las limitaciones inherentes al PSOE y ahí se acabó un sueño y comenzó la mediocridad que todos conocemos.
Aquí he logrado reunir dos pruebas de la existencia de nuestro trabajo, incluso de mi residencia en Villalba:

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