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Viajes

España

Conocer la propia tierra es esencial, sobre todo si es de una riqueza y una hermosura como la española. Yo he paseado por muchos, muchísimos lugares de la geografía de mi país, para empezar porque mis veraneos como adolescente, además de en el pueblecito de Los Nietos, del Mar Menor, con mi madre mientras mi padre trabajaba, estaban marcados precisamente por el trabajo de campo de topografía de mi padre. Así pasamos veranos en Medinaceli, Soria, donde jugábamos al fútbol en la explanada de la estación de tren y donde me prendé de la hija del alcalde, a la que creo que no le llegué a decir ni una palabra. Villagarcía de Arousa en Galicia, donde siempre estaba en casa de una vecina, contemplando cómo cocinaba y porque tenía una hija con la que me hice una foto que siempre mis padres bromeaban que era de mi primera boda. Cardedeu en la provincia de Barcelona, donde vivían mis tíos Juanma y Mercedes, hermanos respectivos de mi padre y de mi madre; era ya más mayor, jugué en el equipo de balonmano, pero sobre todo me hice amigo de dos chicas estupendas, María Jesús y Marta, a las que volví a ver años más tarde. Villacastín, Santesteban, aquella localidad de Navarra cerca del Señorío de Bertiz donde trabajaba mi padre. El año de Santesteban fue el de mi nacimiento a la literatura, haciendo una novela a mi historia de amor y dedicándole mis primeros poemas juveniles a una chica a la que llegue a tener reposando su cabeza sobre mi regazo, mientras nos comíamos un plátano en el parque del pueblo…

Barcelona, claro, una ciudad que también es un poco mía. Viví unos dos años por allí por mi vinculación con Gemma a la que conocía teniendo un par de meses su hijo Jonás. Vivimos en una casita en Valldoreix, que está subiendo por la montaña del Tibidabo, cerca de La Floresta, donde conocí a Quintín Cabrera, y de San Cugat; también en Premiá de Mar. Íbamos mucho a casa de la madre de Gemma, en la Bonanova, en la parte alta de la ciudad, y a Sitges, donde también contaba con un piso. Pero si en aquel tiempo el recorrido en coche Barcelona Madrid y Madrid Barcelona lo hice decenas de veces, en muchas otras ocasiones también he ido allí, las últimas por ver si Chus encontraba algún paliativo a su enfermedad, o para preparar parte del libro sobre la fibro que hice con el doctor Ferrán.

Creo que el único viaje importante que he hecho solo fue recorrerme gran parte de España, cuando dejé el Teatro Español y necesitaba respirar un poco y descansar porque estaba agotado del ritmo de trabajo y droga provocado por la noche y por compatibilizar los dos trabajos: Elígeme y el teatro. Pero es curioso, no tengo ni una sola foto de aquellos dos o tres meses que iba de un lugar a otro sin plan previo ni nada previsto, alojándome en los lugares que me caían bien y que encontraba al paso.

Quiero Santiago por Ana, además de por ser una ciudad maravillosa.

El sur para mi es, sobre todo, Zahara de los Atunes, amor consolidado por lo que he vivido allí con Chus. Empecé a ir hace muchos años, aunque ya hace igualmente unos cuantos años que no he podido volver por culpa de la falta de dinero. La última vez que estuve, con Chus, Dani, fue para llevar a mi padre, que así lo quería, a manera de despedida; pocos meses después moría. En aquel tiempo primigenio sólo veraneaban como figuras señeras Krahe y la familia de Aitana Sánchez Gijón, Enseguida se sumó  el Gran Wyoming, y a él le siguieron Pablo Carbonell, Sabina, Imanol Arias y un largo etcétera que han convertido el lugar en un sitio de moda. Yo creo que no durará mucho y que el crecimiento se detendrá porque no es agradable Zahara cuando toca viento de Levante, y eso sucede en muchas ocasiones.

Otra oportunidad para viajar ha sido el trabajo, me recorrí toda Extremadura, descubriendo que es una región de enorme belleza, haciendo una gira con Luis Pastor. Me he recorrido toda la mitad norte con el tren electoral del PSOE, y muchísimos otros lugares durante las otras campañas en las que trabajé para Charo, también cuando he ido a dar conferencias, a hacer presentaciones de libros. Con el programa de televisión Tiempo de papel igualmente fui a muchos lugares. Las Canarias. Valencia también la conozco bien por mi amistad con Alfons Cervera y, luego con David Marco y su familia, sobre todo Irene, del Palmar de La Albufera, parajes que descubrí escribiendo Mar Cerrado.

O de vacaciones a Ibiza o a Menorca, por ejemplo, o el viaje de novios con Chus, a Lanzarote y La Palma.

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Francia

Mis primeros viajes fuera de España fueron a Francia. Recuerdo con todo el cariño el que hice con mi colegio de fin de curso a París. Lo que más recuerdo, amén del retrato que me hizo un pintor en Monmartre, y que conservo, fue el paso por la frontera cuando regresábamos en el autobús. Subieron dos miembros de la guardia civil y yo me eché a temblar cargado de libros prohibidos como iba. En Masperó me había hechos con libros, pero además conocí a no sé quién que me regaló otros de Lenin, de Trotski. No pasó nada, pero yo pasé un mal trago hasta que dieron por terminada su inspección.

Un año pasé allí las navidades, llegando desde Alemania. Creo que habíamos quedado en París con mis padres y fue el año en que conocí a mi tío Fernando. Me causó una impresión imborrable. Un mito que me deslumbró por su sencillez y por su capacidad intelectual, también de síntesis. Recuerdo como en lo alto del Sacré Coeur, junto a las gárgolas, me explicó aquello que tanto me preocupaba como militante comunista, y que ahora no recuerdo, supongo que sería la supeditación a Moscú, el nuevo rumbo que tenía obligatoriamente que dar el movimiento. También nos llevó a un chino, sí, a un restaurante chino, y no os imagináis la sorpresa y la admiración con que viví aquella invitación. Porque los restaurante chinos aún no habían entrado en España, o apenas.

Mis recuerdos de alguno de esos viajes, sobre todo del que hice con Gloria, están en diapositivas, y todavía no he encontrado la manera de convertirlas en imágenes digitales.

Montamartre, Pigalle, le quartier latin, el Sena…

Una de las escasas incursiones por el sur de Francia fue con Pilar, de Zaragoza. Estábamos en un hotel de los Pirineos y quisimos ir a cenar, supongo a algún pueblo francés. A nuestro regreso se desencadenó una furiosa tormenta que nos hizo perdernos por aquellas carreteras, y llegamos a asustarnos bastante.

Alemania

Alemania. En una estancia de casi dos años, primero en Kresbronn, en la carnicería de ese pueblo a la orilla del lago Bodensee, muy cerca de la frontera austriaca, lo que nos permitió conocer Viena y Salzburgo entre otros hermosos parajes. Y luego Munich, para trabajar en la Pfanni.

Tras la detención, me sentía perseguido. Entré a la facultad y había noches en que, cuando llegaba a casa no podía subir porque me encontraba un coche de policía en la puerta. Hasta que decidí marcharme fuera. Como no tenía pasaporte y no me lo daban, le propuse a Gloria que nos casáramos, cuando ya prácticamente vivíamos juntos. Lo hicimos. Aún así a mi no me dieron el pasaporte, donde ponía peón, hasta la misma mañana del día en que por la noche salía el convoy de la estación del Norte para repartir a cientos de emigrantes por toda Europa.

Hablar de todo aquello casi es un libro. Y es un tiempo del que sólo guardo diapos que tengo que digitalizar todavía, pero os dejo con estas que yo mismo revelé.

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México

México es mi segundo país. Por Víctor, por mi familia mexicana asentada allí en razón al dramático exilio que provocó el levantamiento fascista de Franco y sus militares.

La primera vez que estuve en ese país fascinante fue invitado por mis primos Víctor y Mónica, que los acababa de conocer en Madrid, y de los que hasta ese momento no tenía ni idea de su existencia. Fue un flechazo, Víctor  además de mi mismo nombre tenía apenas unos pocos días más que yo de vida y era una persona comprometida, es decir, no sólo nos quisimos pronto sino que nos identificaron un puñado de valores.

Ya en ese primer viaje me enamoré del país, además de por lo gratificante de la experiencia, porque me había aprendido la matanza de Tlatelolco, la Plaza de las Tres Culturas, conocía la obra de los escritores exilados allí, había trabajado en Fondo de Cultura Económica, simpatizaba con Zapata, con los muralistas, con la lucha contra la corrupción. Pero además su comida sigue siendo mi preferida y mi familia fue una sorpresa increíble, era mucha gente encantadora que llegaba de golpe a mi vida. Mis tías Emi y Pili, que ya no están, como no lo están nadie de su generación, salvo Eduardo, que era el más joven de los hermanos Claudín.

Luego hice otro par de viajes de estancias prolongadas, el último ya fue con Chus y con mi hijo Daniel. Aún volví una vez más a la feria del libro de Guadalajara, acompañando a ARCE.

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Cuba

En el 91 era la segunda vez que viajaba a México. De allí me trasladé a Cuba, cuando el aislamiento era más feroz porque ya se habían quedado sin la colaboración del «campo socialista» . Yo me metí a vivir en La Habana vieja, esa experiencia también se merece un relato pausado que procuraré hacer en algún momento. Ya la llegada merece la pena.

Había sacado un billete en México y había reservado un hotel. Llegué al aeropuerto de La Habana, y además de la bofetada de calor, no sabía muy bien qué hacer, mi primera preocupación era conseguir pesos para defenderme en la isla, pero «encontré» un taxi que  le podía pagar en dólares. Luego supe qué pasaba con el dinero. En el hotel me dijeron que no podían acogerme si no tenía no sé qué permiso, y me explicaron más o menos adónde tenía que ir a conseguirlo. Ya en ese primer trayecto, cargado con cierta angustia, me ofrecieron de todo: tabaco, cuerpos excelentes, coca, y no recuerdo qué más. Finalmente lo conseguí y no me quedé atrapado en la ilegalidad.

Fueron unos días tan volados, de experiencias tan fuertes, de droga, de hablar con mucha gente, de ir a los sitios donde se hacía música, de conocer los circuitos de la prostitución, que no era por dinero, sino por cosas que ellos no podían conseguir.Digo que fue tal el estado permanente en el que anduve metido que perdí la excursión a Cayo Largo que había contratado como único extra. Pero a cambio me consiguieron una cabaña en la playa para que disfrutara de mi mulata, y que si no me convencía, ya me habían preparado una rubia.

De ahí iba a pasar a encontrarme con un amigo en Ecuador, pero interrumpí mi viaje por el continente por culpa de una novieta de entonces que me reclamó, pero con la que terminé rápidamente.

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Portugal

No sé si antes de la Revolución de los Claveles me llamaba la atención el país vecino, pero al año siguiente de producirse el profundo cambio gracias al apoyo de un sector fundamental del cambio, el ejército, fui a conocer aquella realidad de la que tanto nos congratulamos y de la que queríamos aprender los españoles comprometidos. Desde entonces ya han sido muchas las veces en que he ido, deteniéndome en el Alentejo, yendo a Setúbal alguna vez, a Faro, pero siempre Lisboa, una ciudad melancólica y poética. También estuve en Cascais y en Lisboa con Chus en un viaje maravilloso.

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Inglaterra

Me parece que fue la primera vez que viajé a Londres, en el mercado de Portobello tropecé con una pareja amiga que habían ido allí para que ella abortara. Mi primer viaje a Holanda, exactamente a La Haya, fue acompañando a Ana para que abortara. Era el tiempo en que ese era uno de los motivos para viajar, algo que en este presente va a tener que volver a ocurrir merced al fanatismo dogmático de las gentes del PP capitaneados por ese ministro facha que se apellida Gallardón.

Luego me invitó la mujer de Ángel, un amigo que había hecho durante mi estancia en Alemania. Ella se dedicaba al turismo profesionalmente, y fue un fin de semana hermoso. Creo que he ido alguna otra vez, pero sobre todo lo que más conozco de Inglaterra es el estado de York, en el noreste, especialmente Whitby, localidad de la que estoy enamorado y lugar donde se desarrolla una novela en la que trabajo: La sombra de los acantilados.

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Irlanda

Hice con otra amiga un recorrido por toda Irlanda, conocí a unos tíos y a unas primas, y descubrí que los irlandeses son muy parecidos a nosotros, sobre todo a la gente del noroeste de nuestro país, abiertos, amables, de nuestra complexión física. Dublín me pareció una ciudad encantadora.

 

Holanda

Pues aquel primer viaje a La Haya para impedir que naciera un hijo que ni Ana ni yo queríamos, ¡afortunada y sabia decisión! Luego he vuelto a ese país que me atrae mucho, sobre todo por las gentes que he conocido, hace relativamente poco. Con Dani y Chus, camino de Whitby. Nos quedamos en Amsterdam, ciudad a la que tenía muchas ganas, y que me encantó.

Bélgica

Aquel viaje con el Teatro Español para que La Casa de Bernarda Alba representara a la escena española en el festival de Europalia que se hacía en aquel tiempo, me permitió una estancia de varias semanas en las que conocí, además de bastante bien Bruselas, otras ciudades como Brujas, la Venecia del norte, como la llaman por sus canales.

Pero ya conocía Bruselas por un viaje desde Alemania para estar en un acto de una revista que se hacía fuera y que dirigía Andrés Sorel, Información Española. Fue en su Polideportivo y allí vi a la Pasionaria. Como fuimos en grupo nos establecimos en un hotel en el que armamos una buena porque era un casa de citas con paredes de contrachapado, la ropa estaba sucia. Todo asqueroso y armamos un follón de los importantes. Luego, a la noche, con mi olfato topográfico del que siempre me he preciado, llevé al grupo hasta un lugar mágico y asombroso, la Grand Place.

Italia

Hice un viaje con Ana por Italia. bajamos hasta Génova. Pero Roma, Florencia y, sobre todo, Venecia, se convirtieron en mis preferidas. Ciudades geniales, también recuerdo Pisa. Y claro, se nos quedaron muchas en el tintero.

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Marruecos

Comencé en Tánger, con aquella novieta que me reclamó estando en México, en mi propio coche fuimos por el interior hasta las puertas del desierto, y luego regresamos por la costa. Todo un choque en el encuentro con otra cultura, con un país que mantiene diferencias radicales respecto del mío. Con contradicciones muy agudas, con gran variedad, geográfica y de gentes.

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