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Yeruldelgger, de Ian Manook, segunda parte.

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Hace un año me fascinaba la novela de Ian Monook, Yeruldelgger, muertos en la estepa (https://victorclaudin.net/yeruldelgger-muertos-en-la-estepa-esplendida/) y gran parte de lo comentado entonces, vale para Yeruldelgger, Tiempos salvajes, nueva entrega de lo que va a ser una trilogía. Una lectura para naufragar.

Manook consolida a Yeruldelgger como un tipo raro, un comisario que va a su aire, que corre todos los riesgos, que se mete en fregados impulsado por el corazón, abandonando incluso la responsabilidad de su cargo. Que los que le rodean le temen, incluso algunos lo desprecian, pero luego todos le aplauden. Un tipo que fácilmente se deja llevar por la ira, que es consciente de su machismo ocasional. Hasta de descerebrado se le tilda. Y es violento.

Pues esta novela de Manook comienza con lo que todo parece indicar que se trata de una trampa contra Yeruldelgger, con lo que se augura que va a ser, precisamente él, el objeto de la trama.Y es que la muerte de una prostituta con la que él ha trabajado, Colette, le convierte en sospechoso. También la desaparición de un chaval que quiere, lo agita. Además de que el hecho de que sea una novela en la que intervienen policías, policías de policías, servicios secretos, guardias de aduanas de una parte, y de la otra mafias que se mueven por todo el continente, tenemos un revoltijo en el que vencer superando intereses personales y de grupo, parece un reto imposible de lograr.

Vuelve a ser una novela coral: sobre todo tienen un importante protagonismo la inspectora Oyun, ayudante de Yeruldelgger, que se defiende con uñas y dientes mientras vive un romance peligroso. Solongo, la forense del departamento, por la que el comisario se ha inclinado como amante y compañera, por mucho que en estas más de cuatrocientas páginas apenas tengan oportunidad de estar juntos. Zarza, el policía francés que se implica más de lo que le corresponde. El malo de Erdenbat, etc.

Con Ian Manook en el Getafe Negro

Y la estructura vuelve a ser idéntica a la de la novela anterior, varios sucesos que aparentemente no tienen relación, y que van concluyendo en una única explicación, aunque tal vez con varios ramales. Un verdadero rompecabezas que nos lleva desde distintos lugares de Mongolia a Francia, tal vez pasando por Rusia. Lo dice Zarza: “De una parte, hay un doble tráfico: con una red de trata de personas en un sentido, que importa ladrones para alimentar un contrabando, y en el otro sentido, de mercancías robadas. Y, por otra parte, tenemos a un sociópata mafioso que está en los dos extremos del tráfico de críos”. Pero además, ¿qué pinta por ahí el ejército?

Mantiene el autor su conocimiento del terreno, habiéndose fijado en detalles geográficos como el punto donde se juntan las fronteras de China, Rusia y Mongolia, que tiene su importancia en la trama. Y su conocimiento de las costumbres de la zona donde ha elegido situar esta trilogía, y de las leyendas.

Si te gustó la primera entrega, te volverá a atrapar esta segunda, aunque en ocasiones a mí me ha desbordado, porque me ha parecido que el autor la ha complicado un pelín de más. Pero no ha bajado en intensidad, en intriga, en ritmo. Me quedo con la anterior, sin que Yeruldelgger, Tiempos salvajes la desmerezca. Esperemos la última, también en Black Salamandra.

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