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Vírgenes y verdugos, la confirmación de Tomás Bárbulo

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La primera novela de Tomás Bárbulo, La asamblea de los muertos, fue una feliz revelación. Además, general, por algo se mereció el premio Silverio Cañada de la Semana Negra de Gijón a la Mejor Primera Novela Negra, por ejemplo, y ha conseguido ser traducida al alemán y al italiano. Éxito. El mero hecho de ser publicada por Salamandra era una garantía. Ahora le sigue una apasionante Vírgenes y verdugos, igualmente recomendable, también en Salamandra.

Aquella resultó ser una novela de vértigo, que mezclaba la road movie con el género negro. Contaba que una pandilla bien singular tiene el encargo de dar un golpe en un banco de la laberíntica medina de Marrakesh. En la trama interviene un personaje un tanto enigmático, con un peso considerable a lo largo de toda la trama.

Ese personaje era el Saharaui, también el más protagonista de la nueva entrega de Bárbulo. Un personaje que aparenta algo que no es, si bien tal vez sea precisamente el doblez la clave para entenderlo. Un personaje que tiene todas las trazas para consolidar una serie.

Tomás Bárbulo es periodista y, además de en otras publicaciones anteriores, lleva años trabajando en El País. Está especializado en Marruecos, Mauritania, Sáhara Occidental, Argelia, Mali y Senegal. A lo que hay que añadir el previo que marca su biografía: que desde niño ha estado en contacto directo con la cultura árabe, porque aunque nació en A Coruña en 1958, a los ocho años su familia se trasladó a la colonia española Sidi Ifni, y  a partir de 1969 residió en El Aaiún, capital del Sáhara Occidental, hasta 1975, cuando España abandonó definitivamente el continente africano. Y esas vivencias se evidencian en la atmósfera que crea, demostrando un riguroso conocimiento del terreno del que escribe, amén de cualquier otro tipo de documentación.

Si la primera novela describía la senda a un robo, incluido el cruce del Estrecho, el paso por Tánger y la llegada a Marrakesh, Vírgenes y verdugos nos cuenta otro camino, el que conduce de Ceuta a Raqa, bastión en ese momento del Estado Islámico. Nos describe el proceso de incorporación de nuevos combatientes a las filas del yihadismo, centrado en el papel y las circunstancias que viven las mujeres que, por distintos motivos, llegan allí. Un territorio muy dado a intrigas internas, a espionaje, alarmas, vidas alteradas.

La trama se desarrolla en tres líneas que se alternan continuamente en capítulos muy breves: la del Saharaui, encargado de la venta de piezas arqueológicas expoliadas de los museos y los yacimientos sirios, con privilegios de dirigente en Raqa. Desde el barrio del Príncipe, en Ceuta, Alia viaja a unirse a quien la ha encandilado para integrarla; y Malika, una enfermera que también se quiere unir al Estado Islámico y que guarda un secreto. Ellas acaban juntas. Y el hermano de Malika, enredado en el tráfico de droga, a quien su madre le ordena ir a buscar a su hija.

La pregunta sería ¿quién no juega un doble papel en esta novela? Pues eso lo resuelve el lector leyendo una novela vertiginosa, cuyo ritmo lo impone, precisamente, la sucesión de capítulos breves por un lado, y cómo está estructurada la trama, por otro, situándonos de continuo en saltos que nos alarman, nos ponen en vilo ante sus desenlaces. Un ritmo, además de una ambientación cuidada, una intriga llena de interés, hacen de Vírgenes y verdugos una novela negra de mucho interés.

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