Mariano Rajoy, presidente del gobierno español, nos ha dicho en su última comparecencia antes de las vacaciones, a los ciudadanos de este país, que España va bien. Es más, que incluso va de puta madre porque va mejor de lo que ellos habían previsto.
Y ateniéndonos a las cifras que ha facilitado para argumentar su contundencia, es cierto.
Bueno, es cierta alguna cosa y tal y tal.
Es verdad, muy verdad, que los negocios van bien (bueno, no todos, me refiero a los que él se refiere, a los gordos, a los importantes), que la prima de riesgo ha bajado la hostia, que la banca ha subido de miedo, que los beneficios empresariales van a toda máquina. Los datos macroeconómicos, es decir los que no entendemos los mortales porque no nos afectan, van a todo vapor. Lo que van mal, pero que mal muy mal, son los otros, los que nos afectan, los de la calle, los de la cesta de la compra por las nubes, los de las nóminas recortadas, los de ayudas a dependientes invisibles, los recortes de becas a estudiantes, los de familias desposeídas de su vivienda, los parados sin ningún tipo de ayuda, los de aquellos que se tienen que ir de su tierra para sobrevivir, etc., etc., etc…
Ese tipo que es Rajoy vive en su España. Como cuando para argumentar alguna nueva burrada o para disentir de algo que dice otro recurre al latiguillo de que se trata de «una opinión que comparten conmigo una inmensa mayoría de los españoles». Claro, como no puede ser de otra manera, porque él no hace más que consultar a esa inmensa mayoría de españoles, todos los días, lo que sienten o piensan. Lo hace a tiempo real a través de Internet, de consultas, de referéndums, de peticiones.
Y luego, en las preguntas, para no contestar a la pregunta que le hacen (como siempre, que se escabulle con mucho arte) sobre que piensa ahora de lo que dijo de que el rescate a los bancos no lo iban a pagar los españoles, ante la jodida cantidad de miles de millones que vamos a poner los españoles por la venta de un banco a otro en una operación que suena mucho a lo de blanqueo de capitales, va y dice el pedazo de bruto (perdón por los brutos, y siempre hablando en el plano político, lo dice así porque cree que nadie le atiende, ni nadie se da cuenta de sus requiebros ni sus burradas, en sentido político) que si no se ayudara a los bancos qué hubiera pasado con los miles de trabajadores, quién hubiera devuelto los planes de pensión.
Es decir, que los trabajadores de los bancos son de otra estirpe, ellos no pueden irse al paro. No son como los cientos de miles de trabajadores de la sanidad, de la educación, de medianas y pequeñas empresas, etc., a los que se ha despedido por los recortes directamente o por una política de austeridad suicida. Este tipo, sí, me refiero al Sr. Rajoy, tiene una catadura moral cada vez que habla que cuadra milimétricamente con su política canalla (en el sentido político) que tanto destrozo a hecho, siempre al servicio de los más poderosos y corruptos.
Sr. Rajoy, vaya a burlarse de quien yo le diga, mamón (políticamente hablando). Porque ya no hay reflexión, ya no puede haber respeto. Y no hay necesidad de un motivo más para echarle con cajas destempladas, y mejor antes que después. ¿Lo hacemos? ¿O le crees sus necedades (políticas naturalmente)?