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Un violín con las venas cortadas, de Carlos Salem

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Carlos Salem, novelista, poeta y periodista, que nació en Buenos Aires en 1959 y reside en España desde 1988, es uno de esos personajes multifacéticos de la cultura que están en casi todos los saraos, él siempre vestido de forma que recuerda a los piratas buenos de las pelis malas, por lo del pañuelo a la cabeza. No hace mucho tiempo sacaba dos títulos nuevos, a sumar a su ya amplia producción literaria, que ha merecido diversos reconocimientos en forma de premios: Que decidan las cerillas, un texto a propósito para que Kike Narcea convirtiera en cómic, y Un violín con las venas cortadas, novela de la que quiero comentar alguna cosa. Ambos en Navona editorial.

Explica la editorial en la contraportada, que Un violín con las venas cortadas es su novela “más romántica, loca, lúcida y poética”. Seguramente. Desde luego que se trata de una bella historia, que a mí me ha parecido enigmática, vivida en París o, más concretamente, en los puentes sobre el Sena. No es una novela para encasillar con facilidad. Sí es una novela perturbadora.

La acción se origina porque una muchacha descalza aparece haciendo equilibrios encima de la barandilla de uno de ellos, junto a un músico callejero, tal vez el mejor músico del mundo que maneja un Stradivarius sin cuerdas. Por una parte eso obliga a una reacción policial que no es capaz de decidir qué hacer y, por otra, se termina congregando una multitud que reivindica algo que no explican sus pancartas en blanco. Así no se puede dar una respuesta política, mentirosa, demagógica. No provoca más que confusión en las esferas del poder.

Lo esencial de la novela, ante esa aparición discordante, esa nota desafinada, esa rotura de la realidad, esa excepción de la normalidad, ese hechizo de lo inesperado, es la serie de reacciones que desata en un montón de personajes. Todo París se conmociona y como resulta que coincide con la presencia en la capital gala de los más altos mandatarios de Rusia y Estados Unidos, perfectamente ridiculizados en el texto, pues los actos tienen una trascendencia mundial, al considerarse, inicialmente, que se trata de un acto terrorista.

Esos personajes son, muy especialmente el alcalde, en campaña electoral y atravesando una crisis conyugal (su mujer será una de las seguidoras de ese movimiento que conduce a la barandilla de alguno de los puentes del río que atraviesa la capital francesa) y de confianza en sí mismo por culpa de su obesidad. Los propios mandatarios de los países más poderosos del Planeta, con ese trato golfo entre ellos siempre que están en la intimidad, que niega la cortesía enemiga cuando aparecen en público, como siempre repartiéndose los quehaceres golpistas y corrigiéndose mutuamente. Un mafioso sentimental al que le persigue la buena suerte. Un asesino a sueldo que pierde vista vertiginosamente por lo que su carrera están en peligro. Una periodista obcecada en conseguir la verdad de un buen reportaje…

La acción transcurre en doce horas. Toda una jornada de negociaciones, dudas, preguntas, desesperación, idas y venidas, resoluciones inútiles. Evidencias como la de que si sorprendes al poder con la imaginación, se pierde inevitablemente en el marasmo de la inacción y de su propio desorden.

Como dijera de Carlos Salem Pilar Castro, en El Cultural de El Mundo: “Este avasallador narrador, independiente, y nada convencional, imprevisible e imprescindible para quien guste de tramas inclasificables, y más para quien suele acudir al reclamo de la novela policíaca, se atreve con todo”. Así es. Y lo hace bien, también la poesía, y el ponerse ante el público que tan frecuentemente hace, para disertar o para recitar poemas.

Carlos Salem, el autor de Un violín con las venas cortadas, permite al lector la interpretación que desee de esta original trama, al tiempo que le propone pasarlo bien con la lectura, dejarse embaucar por su magia, sin buscar más trascendencia que aquella que brota espontánea de una prosa bien construida y de un juego de espejos deformantes que construyen una realidad paralela. Una novela con la que he disfrutado, sin importarme si sigue siendo un escritor de serie negra o no, sólo reconociéndole una impecable capacidad de fabular. Una novela que me ha sorprendido, que es lo mejor que uno puede decir de una obra literaria.

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